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ADRIÁN MARTÍNEZ DE JUANA
Artesano del barro
ADRIÁN MARTÍNEZ DE JUANA Artesano del barro

“Trabajaré duro para intentar vivir de mi imaginación”

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Adrián M. de Juana
Madrileño de nacimiento, pero alpedreteño de corazón. Hace tres años que se trasladó definitivamente a esta villa serrana. Hasta el próximo 18 de abril expone una treintena de obras en el Centro Cultural de Alpedrete. Su sueño es abrir una tienda que sirva de escaparate para otros artistas.

Adrián Martínez de Juana, conocido en el mundo del arte como Alfil, es un joven autodidacta artesano del barro. Con sus manos intenta recrear la realidad cuidando el detalle y trabajando su imaginación con el fin de trasmitir su propia visión de la realidad. De este modo crea su obra, una obra a la que según el autor no le falta alma, ni desde luego originalidad.

Es la primera vez que expone. ¿Qué pretender lograr con esta experiencia?
Crear currículo. Provocar que la gente me conozca o por lo menos intentar que mi nombre suene y despertar en la gente la curiosidad de lo que represento en mis obras. Este año expondré en otros tres sitios más y si todo va bien, en Navidad probaré suerte en una feria importante. Me gustaría vivir de mi imaginación y voy a trabajar duro.

El barro. ¿Por qué trabajar con este material?
Llevo haciendo cerámica unos dos años, pero es ahora cuando he decidido esforzarme en convertir un hobby en trabajo, en una manera de ganarme la vida. Lo cierto es que todo lo que roce lo artístico siempre me ha interesado y he intentado crecer en ese sentido. Mi primer contacto con el mundo del arte fue con la decoración de porcelana hace unos nueve años en la empresa AMR; luego vino la música, la talla de hueso, e incluso la costura; pero, indiscutiblemente, el barro es lo que más me ha enganchado.
¿Qué elementos diferencian su obra de la del resto de artesanos?
Sin lugar a dudas el cuidado del detalle. Soy consciente de que un solo detalle aquí o allí significa que el trabajo pasa de ser pobre a magnífico. Huyo del trabajo a tropel. Todas mis abras son únicas. Soy muy observador y mis obras nacen de esa observación y del intento de plasmar mi visión del mundo.
¿Qué mensaje intenta transmitir con su trabajo?
Las piezas representan por lo general fachadas de lugares rústicos, que es algo que me apasiona, pero quiero llegar a desdibujar estas obras y aquello que en un futuro me pueda definir e intentar dibujarme, creo que ese es el verdadero arte. Aunque sea difícil de comprender, y por ende de explicarlo.

Su técnica es novedosa...

Empleo la misma que el maestro Florido, que ha sido para mí todo un referente en muchos sentidos. Trabajo con cerámica reflectaria que se cuece a 1.300 grados, y adoro utilizar los colores óxidos, ya que en muchas ocasiones le dan ese toque que la obra necesita para ser especial. Hay obras que llevan muchas piezas unidas, y cada una lleva su tiempo y su tratamiento especial.
¿Tiene muchas rutinas?
No. La única rutina la marca mi inspiración. Aunque a veces después de un jornada el resultado final no me convence y lo tengo que romper. Otras veces sí es el deseado, pero como el barro es tan delicado, durante el proceso de secado se contrae y acaba por romperse.

Entonces, ¿quien compre una de sus obras debe estar muy pendiente de su mantenimiento?
No, lo único que se tiene que procurar es colocarla bien. La mayoría de mis trabajos son para colgar, así que con una buena sujeción no hay ningún problema. Además, pueden estar a la intemperie.
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