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EL MIRADOR

Se acabó el mal fario

M. Nieto

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Al parecer, la selección nacional de fútbol estaba presa de algún mal influjo causado por arte de hechicería que le impedía pasar de la ronda de cuartos de final en cualquier competición en la que participase. Lo ha dicho el rey Juan Carlos cuando bajó al vestuario para felicitar a los jugadores tras la victoria agónica contra Italia: “Se ha roto el maleficio”, sentenció desde la autoridad de su alta magistratura.
Y lo mismo repitieron los titulares de prensa del día siguiente. “España rompe el gafe”, “Se acabó el mal fario”, etc. etc. Podíamos haberlo sospechado, dada la persistencia, pero, a lo largo de estos últimos años, hemos preferido echarle la culpa a los jugadores, a los seleccionadores, a los árbitros, a las tácticas erróneas, y hasta a una supuesta insuficiencia de la raza para competir. En un momento determinado, de enorme desesperación, algunos sugirieron que la causa de nuestros males podría estar en que el himno nacional no tuviese una letra que pudiera ser cantada a coro por los jugadores y por los aficionados en los prolegómenos de los partidos internacionales. La visión de los equipos y de los seguidores contrarios cantando a grito pelado la letra de su himno, todos henchidos de fervor patriótico, causaban sana envidia. Ponerle letra al himno nacional se convirtió en una cuestión de estado y se le encargó a una comisión de expertos la tarea de escoger la mejor composición en un concurso abierto al público. Después de un largo proceso de selección, resultó ganador un letrista aficionado, pero la experiencia resultó tan espantosamente ripiosa y cursi que se desistió del intento. Al final hemos vuelto a la sensatez de un himno nacional sin letra y de una selección nacional sin Raúl y las cosas van viento en popa.
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