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El mirador

Los puntos capitales

Víctor Corcoba

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:13h
Si buscar el punto de las cosas tiene su mérito, imagínense encontrar el punto humano que nos humanice. Todo un capital de luz, como dirían las gentes del arte, siempre dispuestas a crecerse con sus obras y a enfrentarse a la existencia con el abecedario de los sentidos. Me gusta esa asistencia artística, sobre todo para poner en estética lo que no tiene ética.
Por desgracia, han dejado de tener moralidad ciertas conductas, comportamientos y actuaciones. Sé que digerir desengaños y desafíos diabólicos, con verdadero espíritu democrático, aparte de no ser nada fácil, nos llevaría a una renovada conciencia del derecho de los individuos y de las naciones. O sea, a la evolución democrática que pasa por hacer valer las raíces. Esa revolución, la de la autenticidad democrática, todavía está a años luz de nuestro espíritu.

En la vida, desde luego, hay puntos capitales que son verdaderos dogmas a tener en cuenta. Siempre lo han sido y, en democracia, son puntuales. Esto no significa que han de permanecer en sus formas arcaicas. Precisamente, un episodio clarividente de los teólogos fue el reconocimiento de las evolución de creencias. Extrapolando el dogmatismo a las democracias actuales, parece conveniente que se desarrollen, crezcan y se adelanten al tiempo. Pero con cierto pudor responsable. No me parece saludable para la convivencia que se quede solamente en una lucha competitiva por el voto ciudadano. Esto ocasiona, en vez de unidad de acción hacia el bien común, una guerra inútil de ambiciones, codicias, odios e inercias por sacar al oponente de quicio. A lo que hemos llegado es poco democrático. Que un partido político desee el fracaso del competidor para hacerse con la plaza del poder, me parece un auténtico disparate. También considero que no es mejor oposición aquella que se opone por principio. Unas veces será que sí, que hay que oponerse, pero en otras fundamentales para el juego democrático, cuanto menos habría que llegar a un consenso.

Tomando el pulso a un reciente hecho, profundizo en la cuestión de los puntos capitales. Que se pueda encender una crisis mundial con la publicación de unas cuantas caricaturas parece justificar el viejo adagio de que la pluma es más fuerte que la espada. Esto ha de llevarnos, en cualquier caso, a una reflexión capital. La libertad tiene sus límites también en democracia, especialmente cuando están implicadas las profundas creencias religiosas. Si el mundo tuviese más coherencia democrática, prestaría más atención a los textos constitucionales, sobre todo en su parte dogmática. A nadie se le pasaría por la cabeza el derecho a ofender por divertimento. La respuesta de los derechos y deberes fundamentales sería considerada como credo de vida.
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