Sin malicia
Rosana
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Presión demográfica, degradación del aire, el problema del agua, qué hacer con la basura, sustancias y residuos peligrosos, vertidos en los cauces de los ríos, deterioro de la capa de ozono, despilfarro de energía, lluvia ácida, fauna en peligro de extinción...
Describir calamidades no es agradable, ni para el que las cuenta ni para el que las escucha, pero únicamente la información y la concienciación pueden corregir situaciones equivocadas y mitigar sus consecuencias. Nos estamos cargando el planeta a marchas forzadas y no sabemos qué hacer.
Yo creo que con la ayuda de todos, con un poco que cada uno pongamos de nuestra parte, podemos conseguir que esto cambien. ¿Por qué no plantar un árbol? Si no hay espacio para un árbol, al menos una planta de jardín, de balcón o de interior para, al menos, dar una pequeña respuesta verde a los humos que trepan por todo el mapa terrestre, a la irresponsabilidad de nuestros políticos a la hora de preservar el medio ambiente, a la contaminación en general.
Aunque no lo lleguemos a sentir con total precisión y lucidez, el árbol lo piden nuestros pulmones, nuestra sangre, nuestra piel. Lo piden las aves que se extinguen poco a poco con o sin gripes malignas; lo piden los ojos de los humanos hartos de cemento, de hierro, de plásticos y de movimiento vertiginoso.
Si hoy todos reaccionáramos plantando un árbol y fuéramos capaces de mantener esa actitud durante todo un año, uno por mes, la Tierra comenzaría a respirar nuevamente, los cánceres de pulmón y de piel disminuirían y en la ya próxima primavera veríamos más aves. ¿No vale la pena hacer el intento?
Preservar nuestra naturaleza contra la contaminación es tarea de todos y si no se toman medidas inmediatas nuestros pueblos y ciudades, la tierra en general, se desertizará.