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La trashumancia, cada día más difícil en Madrid

Las ovejas de Julio, por la cañada de Colmenarejo (Foto: P. LÓPEZ)
Paola F. López | Miércoles 22 de octubre de 2014
Julio lleva más de 10 años trayendo su rebaño, de cerca de mil ovejas, a nuestras tierras para pasar el invierno alejado de los fríos del norte. Sin embargo, la hospitalidad madrileña no se ha dejado notar con él ni con sus animales. Esta es la tercera temporada que su rebaño pasta en las tierras de la Casa de Campo. Y desde el primer año, como asegura este pastor burgalés, ha estado experimentando cómo algunos policías locales de la capital no eran lo cordiales que esperaba de unos agentes de la autoridad.

Tres temporadas
Julio ha pagado al Ayuntamiento de Madrid 48.000 euros por tres temporadas. Una elevada cantidad para que sus ovejas puedan pastar por una amplia zona de este parque madrileño. El beneficio para el Ayuntamiento, aparte de la citada cantidad económica, se produce también con la siega natural de los pastos que realiza el ganado, mucho más beneficiosa y sin los costes que supondrían docenas de jardineros con maquinaria ligera. Además, el excremento de los animales supone un abono natural, cada día más escaso en los parques y grandes extensiones naturales. A pesar de todo esto, el único pastor que sigue realizando la trashumancia por tierras madrileñas no ha dejado sufrir el acoso de quienes deberían velar por su bienestar y el de sus animales. El último caso, que ha terminado con su paciencia y la de sus abogados, ha sido el ataque provocado a uno de sus mejores perros. Hace tres semanas, agentes de Madrid Salud, acompañados de policías municipales, dispararon dardos a dos de los perros de Julio, que estaban a la cola del rebaño, mientras él conducía la cabecera del grupo. El motivo, según explicó la Concejalía de Medio Ambiente, era “comprobar que los perros no son peligrosos y que tienen todo en regla”. Algo que, como recuerda Julio, “ya lo sabe el Ayuntamiento desde hace tiempo en que tuve que presentar todas las documentaciones para poder meter los animales, además de que son necesarias para cruzar de una comunidad a otra”.

Lo grave de aquel ataque fue que ambos perros fueron disparados con dardos de ganado. El mastín, de mayor tamaño, resistió el impacto. Pero el otro animal, de mucho menor tamaño al tratarse de un carea leonés (especie muy cotizada por estar en peligro de extinción), sufrió la penetración del dardo como si fuera un proyectil. Su piel, ante la potencia del impacto y la corta distancia, no aguantó y fue penetrada por el dardo completo, hasta alojárse en su organismo. Afortunadamente, el pastor lo encontró escondido más de un día después y lo trasladó a un veterinario de urgencias que pudo salvarle la vida.

Continuas multas y agresiones
Antes de esta agresión, el pastor ya denunció que un policía a caballo había disparado y matado a otro de sus perros. Otra forma de acoso que denuncia es el continuo robo de sus animales. En unos casos nunca aparecen; y en otros los encuentra en un centro municipal de recogida de animales. Por recuperar a cada animal tiene que pagar más de 40 euros.

Esta presión y las continuas multas durante dos años, que han llegado a sumar 8.000 euros, no habían llevado a Julio aún a los juzgados. Pero finalmente la agresión a su perro leonés le ha convencido para denunciar la presión y ataques de estos años.

Pero los problemas de las ovejas trashumantes en tierras madrileñas no son nuevos. No sólo tienen problemas con propietarios de fincas que se niegan a reconocer su derecho histórico de paso por las vías pecuarias, hasta los cazadores furtivos le han llegado a amenazar y matar ovejas.

Hace cuatro años, este mismo pastor traía sus ovejas desde Ávila hasta Colmenarejo. Allí estuvo pagando alrededor de 14.000 euros a distintos propietarios de fincas privadas. Pero al cabo de unos meses, los cazadores furtivos de Colmenarejo y Villanueva del Pardillo comenzaron a disparar a sus ovejas y a robarle corderos. La tensión con estos cazadores fue aumentando hasta el punto de que alguno de ellos llegó a amenazar al pastor. El apoyo de grupos ecologistas y amantes de la trashumancia frenó las presiones, pero el que es uno de los pocos rebaños trashumantes de España no ha querido volver por esos parajes.