Opinión

Mario Mingo, o el ocaso de los dioses

El paréntesis

Miguel Ángel Pérez Martín

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Nacido en Torrelodones hace 59 años, criado en una familia de nueve hermanos, a Mario Mingo le tocó vivir aquel ‘Torrelodones idílico’ donde las familias franquistas y de derechas de toda la vida pasaban sus vacaciones a la sombra del dictador. Siempre cerca de su caudillo para conseguir sus favores.

Gracias al esfuerzo de sus padres pudo estudiar Medicina y especializarse en cirugía. Mario representaba el perfil de un joven que a pesar de no provenir de una familia de rancio abolengo se abría camino con ambición y picardía. Supo rentabilizar su imagen, catalizar la admiración de sus vecinos, formar un partido independiente y encontrar los fondos suficientes para derrotar en el año 1987 al por entonces alcalde, el constructor Serapio Calvo. Pero como era natural, Mario Mingo, un chico que apuntaba tan alto, no se podía conformar con la Alcaldía de un pueblo que apenas superaba los 3.000 habitantes, y decidió cambiarlo por una ideología y un entorno, en este caso el Partido Popular, que le ofrecían un amplio espectro de posibilidades para colmar sus aspiraciones de grandeza. Mario integró a su partido independiente en el PP y comenzó su nueva andadura política, aunque para triunfar en el partido de los poderosos contaba con una desventaja notable: su familia no había pertenecido a la oligarquía franquista. En definitiva, le faltaba el pedigrí que se exige a todos aquellos que pretenden ocupar cargos de alta responsabilidad en las filas del PP. Así que nuestro hombre recurrió a antiguas amistades que el destino encumbró como figuras relevantes del partido, entre ellos Rodrigo Rato, con el que había coincidido en su época de estudiante en el colegio Maravillas de Madrid, y Macarena Botella, cuñada de José María Aznar, que ejercía de auxiliar administrativo cuando Mingo alcanzó la Alcaldía de Torrelodones, consiguiendo así ciertos apoyos que le convirtieron en diputado. Había tocado techo: era presidente del PP en Torrelodones y diputado en Madrid.

Mario Mingo ha sabido eclipsar a todos los compañeros que comenzaron con él en política y que podían interferir en su liderazgo personalista, como Julio Ariza, Miguel Ángel Rivas o Enrique Muñoz. Cualquier vecino al que se consulte y que halla estado mínimamente implicado en la vida política de Torrelodones le dirá que Mario es la única persona que maneja en exclusiva los designios de la agrupación popular de esta localidad y que lo hace de manera férrea. Pero últimamente las cosas ya no le van tan bien, sobre todo desde que Carlos Galbeño González entró de alcalde, pues a éste no le gusta dar demasiadas explicaciones sobre su gestión al frente del Ayuntamiento. De todos es sabido que a los actos de inauguración y festejos que organiza Galbeño en muy contadas ocasiones ha asistido Mario Mingo para apoyarlo, y quizá sus escasas asistencias sean para evitar el qué dirán. Tampoco se ha escuchado al presidente del PP hacer ninguna afirmación ni declaración apoyando al actual alcalde para su reelección como candidato, y menos alabar su gestión. El silencio se ha apoderado de Mario Mingo tal vez pensando en las dificultades que pueda encontrar para desbancar a Galbeño de la candidatura, pues éste ha conseguido que empresas privadas financien parte de los gastos de la llamada ‘Refundación de Torrelodones’, que no es otra cosa que una campaña de imagen dirigida a su reelección. Entonces, ¿qué puede aportar Mingo para que el PP consiga un nuevo triunfo en Torrelodones?
Un bonito final para su carrera política sería hablar con su compañero de partido y alcalde, Carlos Galbeño, y convencerle de la necesidad de construir un nuevo Centro de Salud o ampliar y reformar el existente para que diera un servicio adecuado a las necesidades de este municipio, asunto por el que nunca se ha preocupado a pesar de su profesión y cargos de responsabilidad ejercidos.