PUNTO DE VISTA
Luis Sangil
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No hubo sorpresas y como esperábamos la mayoría de los españolitos, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy Brey dedicaron parte del debate celebrado el pasado lunes, a hablar del futuro pero sin renunciar a bucear en el pasado para sacar los trapos sucios de su adversario. Al final, debo confesar que la única conclusión clara que he sacado de este mano a mano es que Rajoy ha reconocido la paternidad de la niña.
Si terrorismo, economía e inmigración fueron los aspectos más controvertidos del partido de ida de una eliminatoria donde está en juego nada más y nada menos que la presidencia del gobierno de España, el lunes se volvió a hablar de lo mismo, aunque se añadieran otros temas de no menos importancia como los relacionados con la política territorial y la educación.
Rodríguez Zapatero, aunque lo intentó en algunas ocasiones, no pudo quitarse de encima su condición de presidente del Gobierno, de ahí que ejerciese continuamente de hábil interrumpidor, sobre todo cuando se veía desbordado por Rajoy. Por el contrario el candidato del Partido Popular resultó mucho más agresivo, como ya ocurriera la semana anterior
El candidato socialista inició el debate marcando las líneas de su proyecto de cara a los próximos cuatro años, a la vez que intentaba intimidar a Mariano Rajoy con un libro blanco con el que pretendía dar a entender (al menos eso es lo que a mi me pareció) que en él estaba plasmada toda la sabiduría del hombre desde que se inventó la imprenta. Tanto se apoyó Zapatero en el librito de marras (parecía algo así como las Tablas de la Ley) que terminó por provocar la ironía de Rajoy quien llegó a afirmar: “yo también he traído mis papeles”.
El mano a mano entre los dos candidatos fue transcurriendo con enganchadas sobre la política antiterrorista (ETA), la política lingüística en Cataluña, el 11-M, la guerra de Irak... Sin embargo, el punto más caliente (¡asómbrense!) fue determinar el contenido de la primera pregunta parlamentaria realizada por Mariano Rajoy al inicio de la legislatura, algo que si nos guiamos por el ardor puesto por los dos candidatos a la hora de intentar dejar bien claro si tenía matices económicos o no, el tema alcanzó el cariz de asunto clave para el futuro de todos los españoles.
De la crisis económica que nos trae a todos de cabeza apenas se habló. Que si la leche costaba menos que en Alemania, que si las patatas habían subido más que en Francia, que si el pan, que si... Digan lo que digan, estoy convencido que sea quien sea el elegido el próximo domingo, nada hará por poner freno a esta escalada de precios (hipotecas inclusive) que a todos los españolitos nos trae a maltraer ¿o acaso alguien cree que nos van a bajar los impuestos que han subido cuando, decían, había más dinero? ¿o piensan que los gobiernos autonómicos y los ayuntamientos van echar a la calle a aquellos que contrataron a dedo o rebajaran sus gastos en la misma medida en que ven bajar sus ingresos?
Bien, el debate iba consumiendo el tiempo sin que se hablara de la niña. Media España estaba pendiente de ella y de ver como le había ido en los siete días precedentes, tras protagonizar titulares en distintos medios de comunicación y ser estrella de numerosas páginas web.
Y Rajoy no nos decepcionó. Al filo del pitido final dijo: “Señoras y señores. Ya termino. El otro día hablé de una niña... En esa niña pienso, en esa niña que va a crecer, que tiene que estudiar, que quiere tener una vivienda. Esa niña está en mi cabeza, esa niña es la que mueve mi sentimiento y mi corazón. Esa niña”. Sin comentarios.
Zapatero tampoco quiso cambiar su repertorio repitiendo la despedida de la semana anterior y así después de las habituales “buenas noches”, añadió... “y buena suerte”, con sonrisa talentosa incluida
Lichthenberg, escritor y científico alemán, dijo: “cuando los que mandan pierden la cabeza, los que obedecen pierden el respeto”. A partir de aquí que cada uno saque sus propias conclusiones de cara al próximo domingo.