El mirador
Manu García
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando le dices a la gente que no piensas ir a votar en las próximas elecciones, lo primero que te sueltan es que entonces no tienes derecho a quejarte. Es muy corriente oír decir lo de: “Si no votas, no te quejes”.
Y yo me pregunto ¿Dónde está escrita esa ley? ¿en la Constitución quizás? Puedo entender a los que opinan así, pero no comparto su empecinamiento ya que, con todos mis respetos para ellos, creo que se han convertido en víctimas de la propaganda oficial que insinúa que todos aquellos que no acuden a las urnas no tienen derecho después a quejarse.
O sea, que uno paga sus impuestos religiosamente y no puede siquiera quejarse. En España, la riqueza (el PIB) la genera el pueblo y con ello se pagan los sueldos a los políticos, se financia al Estado a través de los impuestos, permite el reparto de beneficios empresariales y se engorda el capital; también sirve para pagar hipotecas, el consumo y es fiador último de los errores de las clases dirigentes o de las consecuencias del sistema partitocrático. Pues bien, aún así algunos dicen que no podemos quejarnos.
Por todo esto yo creo que tal como está la cosa política, la mejor manera de mostrar nuestra repulsa es no votar a nadie. Ésta es la única medida que puede hacer tambalear a la cúpula de los partidos políticos. Y ellos lo saben, la prueba está en la cantidad ingente de euros que se gastan durante las campañas en propaganda institucional para que votemos, lo que sea, pero que votemos, aunque sea en blanco. Insisto, si ejercemos el derecho al voto garantizaremos aún más la partitocracia y su infalible corolario: la corrupción que rodea a la mayoría de los partidos políticos.