El mirador
A. Escalera
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cada uno escribe como puede. Bueno, algunos ni lo hacen. Tal vez porque no tienen nada que poner en un papel o simplemente porque les asusta coger un bolígrafo o teclear en un ordenador.
Antiguamente se decía que el mejor escribano echaba un borrón.
De cometer una falta de ortografía no está libre nadie. Como dicen en el fútbol, sólo falla el penalty quien lo tira. Pero una cosa es deslizar un gazapo en un texto y otra muy diferente darle continuas patadas a las palabras.
Muchos profesores universitarios han mostrado su preocupación por el incremento de faltas de ortografía que cometen sus alumnos. Aparte de creer que los acentos no existen, denuncian los docentes, hay que destacar aquellos casos donde se confunde la ‘g’ con la ‘j’, la ‘b’ con la ‘v’, o viceversa. Y no estamos hablando de personas sin estudios, sino de jóvenes universitarios a los que se les suponen unos ciertos conocimientos gramaticales.
Y uno se pregunta: ¿cómo gente así ha logrado aprobar la asignatura de Lengua en el Bachillerato? ¿cómo han podido llegar a cursar una carrera? Desde luego el nivel es más bien bajo. El problema se da sobre todo en las facultades de Ciencias. Craso error el considerar que a un ingeniero, a un químico o a un biólogo saber escribir con corrección no le vale de mucho. La misma equivocación que pensar que un licenciado en Literatura no necesita saber hacer cuentas.
El problema es grave y demanda soluciones inmediatas, pero personalmente creo que la base de todo ello está en que en nuestro país apenas se lee, y sin lectura se podrán juntar las letras, pero escribir es otra cosa.