Opinión

La incertidumbre

PUNTO DE VISTA

Víctor Corcoba

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La inseguridad del mercado laboral es uno de los espeluznantes escenarios del momento actual. El desempleo aún es elevado, a pesar del crecimiento económico con el que nos riegan los oídos y de que se generen variedad de profesiones cada año, obviando que no toda persona empleada tiene una ocupación recatada como han de promover los poderes públicos mediante políticas orientadas al digno pleno empleo.

La inseguridad tampoco es igual para todos, puesto que hasta la misma distribución de la renta es arbitraria en vez de equitativa, lo que genera inestabilidad económica. A unos más que a otros, claro está. A poco que observemos la calle, podemos ver cómo el crecimiento económico que hemos tenido en España tampoco se ha traducido automáticamente en más trabajo decente, sobre todo en el sector de los más pobres. Esto demuestra, una vez más, que las políticas de crecimiento del mercado laboral no han sido integradoras.

Sentirse seguro es otra de las incertidumbres que sufrimos, aunque se nos diga lo contrario, que tenemos un sistema público de seguridad mejor y más dotado que en otras épocas. Esto no significa que la capacidad de respuesta sea eficaz. Para botón de muestra, ahí están los terroristas, las mafias organizadas, intentando modificar nuestro comportamiento, provocando miedo, vacilaciones y división en la sociedad.

Seguridad ciudadana.-
También se nos dice que somos un país en donde es más seguro circular por sus carreteras -habría que ver las secundarias- y donde mejor preparados estamos para hacer frente a las catástrofes y desastres naturales gracias a un importante refuerzo de sistemas protectores. Luego resulta que la descoordinación es tal que unos por otros las valedoras garantías se olvidan y no llegan nunca, las tasas de criminalidad nos desbordan, la delincuencia organizada del narcotráfico, blanqueo de capitales, corrupción, falsificación de moneda o tráfico de seres humanos también se dispara. Sólo hay que ver los comportamientos violentos que a diario se viven en plena calle y a plena luz del día. A propósito, las cárceles hace tiempo han puesto del cartel de completo.

Para el partido en el gobierno, gobierne quien gobierne, dice que somos una potencia económica de primera fila, con superávit en todas las cuentas públicas y reducción de deudas. En principio, además, puede incluso parecer lógica esta apuesta. A servidor también le gustaría que fuésemos un paraíso de seguridades, de garantías, de certezas. Luego sucede que no es para tanto, aunque la raigambre europeísta esté en nuestras propias raíces. Resulta que las políticas internacionales son indecisas y que la fecunda política interior es imprecisa y poco resolutoria con la marginalidad. El ciudadano que no tiene o ha perdido la posibilidad de producir y por tanto de consumir, se le repudia. Es cierto, unas políticas con más fuerza que otras. Pero la triste realidad no se puede esconder y salta a la vista. Somos una sociedad, si quiere una potencia, despilfarradora a más no poder, sin otro valor que el poder para tener más y consumir mucho, que suele mirar hacia otro lado cuando ve a un indigente, en lugar de mirarlo de frente. Los políticos, que son reflejo de la sociedad, cuando planifican nuestro futuro acostumbran a dejar de lado a los excluidos. El auténtico deseo de afrontar las desigualdades no suele figurar en sus agendas ni en periodo electoral.

Personas dependientes,
paridad y violencia de género.-

Se nos ha dicho por activa y por pasiva, desde todos los altavoces posibles, que los ciudadanos en España recibirían atención, cuidado y ayuda si no pueden valerse por sí mismos para las funciones básicas de la vida. Que los ancianos, las personas dependientes y sus familias, iban a sentirse acompañados ante este tipo de situación. En este caso, hoy por hoy, la incredulidad ha sido más beneficiosa que la frustración después de la esperanza. En el mismo lote se ha publicado igualmente la Ley de Igualdad, donde se amplían derechos para mujeres y también para hombres. Lo que pudiera parecer justo y necesario, genera también incertidumbre.

Desde luego me parece una estupidez llevar al extremo la obligatoriedad de una paridad. En otro lote se vendió la Ley contra la Violencia de Género, como ley pionera, que protege a las víctimas y pena con cárcel a los maltratadores, a la vez que crea nuevas prestaciones y nuevos derechos laborales y económicos para ayudar a las víctimas. En este sentido también se ha visto que la ley es insuficiente en las medidas protectoras. de hecho, por esta normativa no está más segura la víctima ni sus familias. A todo ello, habría que sumar otras normas, por recientes, vendidas por el partido en el gobierno, como nuevos derechos de ciudadanía donde se confunde y se mezclan modos y modelos de vida. Sin ahondar en la necesidad normativa que seguramente sí podría ser necesario pero con otro fundamento y visión, no se puede entrar en contradicción y legitimar por ley, el desorden moral.

En todo caso, no me parece estético que quienes concurren a la formación y manifestación de la de la voluntad popular, forjen más incertidumbre que confianza, más escepticismo que tranquilidad. Los resultados ahí están.