El mirador
F. Molino
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Siempre se ha insistido en los vicios del sistema democrático, destacando como más importantes las irregularidades administrativas, los escándalos inmobiliarios y la corrupción, que se agravan por momentos dentro de un sistema en el que se han puesto muchas ilusiones. Aristóteles ya anunció que los hombres no sólo delinquen por causas necesarias, sino también para gozar y saciar sus deseos. Y muchos siglos después, Maquiavelo nos recordaría que cuando la masa se corrompe en un Estado, las buenas leyes no sirven.
Hace poco tiempo que elegimos a nuestros representantes públicos en los municipios y en menos de tres meses tendremos que volver a las urnas para decidir qué opción política deberá regir nuestros destinos en los próximos años y quiénes van a ser los guardianes y servidores de las leyes, que obviamente están por encima de todos los ciudadanos. En principio todos ellos van a contar con el beneplácito de sus votantes y por tanto nadie puede poner en tela de juicio que son políticos decentes y dispuestos a cumplir con sus obligaciones, aunque sobemos que no habrá mayor rigor a la hora de elegir a los candidatos. Tampoco nos parece correcto que sean elegidos y puedan concurrir a las elecciones indefinidamente, ni que sigamos sin conocer de forma transparente la financiación de las organizaciones políticas.
Todo esto debe animar a los responsables de los partidos políticos a profundizar más en la democracia, sobre todo si se quiere de una vez por todas acabar con la corrupción, lo que sin duda adecentaría la política un montón, y caminaríamos hacia la ética, que es fuente y raíz de todos nuestros actos. Sin ella, los buenos resultados en política, serán imposibles. Aprovechemos, pues, la ocasión que se nos presenta.