Opinión

Reporteros de poco nivel

El mirador

T. M.

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Sorprende que gente sobradamente inteligente (Pablo Motos, Eva Hache, Manel Fuentes, etc.) incluyan en sus programas la inevitable sección de reportero/a que hace preguntas absurdas -por no decir otra cosa- a gente medianamente conocida. Lo que empezó siendo algo simpático y que inventó Wyoming en el Caiga quien Caiga original, se ha ido convirtiendo, por repetitivo y abusivo, en un sucedáneo inaguantable y de un nivel pésimo (¡cómo te echamos de menos, Carbonell, entre todos te están haciendo más grande aún!).

Vale que famosillos de medio pelo pierdan el tiempo y lo demás en estos menesteres, pero lo que no es admisible es que nuestros políticos -es decir, gente que cobra del erario público- pierdan media mañana en responder a diario a la manada de pseudo-reporteros que pululan todos los días en las puertas del Congreso, en las presentaciones de libros, en definitiva, en cualquier acto social. No hay nada más lastimero que ver a un diputado, alcalde o ministro tratando de ser gracioso a todas horas. El resultado es penoso -para ellos, sus votantes y las instituciones que representan-, pero parece que les es imposible negarse de manera educada y sin faltar. “Lo importante es que se hable de uno, aunque sea bien”, parece que piensan muchos de ellos.

Y otra cosa: la ridiculización facilona y ventajista de los políticos -de todos- en este tipo de programas, y en otros, es sencilla, muy sencilla: siempre están a tiro, no se pueden quejar y tienen al público en su contra. A la larga, esto no hace más que aumentar el desprestigio de todos ellos de manera injusta y poner su granito de arena para que mañana tengamos como presidente de la comunidad de vecinos a un cualquiera. Al tiempo.