PUNTO DE VISTA
E. Cantos
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No nos dan tregua. Es como si una maldición bíblica hubiera caído sobre nosotros. Un día y otro, por la mañana, por la tarde, por la noche y siempre, los medios de comunicación son implacables. Parece que en el mundo no ocurrieran otras cosas que desgracias y calamidades. Ellos -algunos- con su dramatismo, machaconería y pertinaz forma de presentar esas noticias, las sobredimensionan de tal manera que dan la sensación que son peor de lo que son.
Nos guste o no nos guste, la agitación informativa corresponde a una realidad que no puede permanecer oculta. Lo malo es cuando junto a esta realidad aparecen historias para no dormir que son toda la serie de elucubraciones, suposiciones, datos de investigaciones que no están sometidas a ningún rigor científico, anuncios desastres por culpa de un cambio climático hecho a la medida de algunas organizaciones, desolaciones o cosas por el estilo, que nos atemorizan y ponen en fuga nuestra tranquilidad y sosiego.
Un respiro, por favor. Haced un alto para que tomemos un poco el aire y se nos normalice el ritmo cardíaco, si no queréis que esto sea como una gavilla de leña seca que arde al contacto de la chispa.
Ahora está de moda la economía. Y la subida de los precios. Es raro el día que las tertulias de la radio y de la televisión, los informativos de estos medios y en las páginas de los periódicos, no se habla de esta cuestión hasta el aburrimiento. Y siempre desde unas perspectivas que hunden la moral del ser más optimista, porque esa actualidad es proyectada a la sociedad, teñida de un amarillismo que en muchas ocasiones sobrepasa los límites de la prudencia y de la ética profesional .
Entre toda esta hojarasca, hay cosas que el ciudadano medio no comprende. Como lo de la subida del precio del pan, la leche y otros productos básicos de la cesta de la compra, cuando los productores dicen, por activa y por pasiva, que ellos no son los culpables del desaguisado; que son otros los que pescan en río revuelto y se llevan todas las ganancias. Tampoco se comprende que un determinado señor aparezca en las pantallas de televisión, para anunciar grandes subidas en el sector de las conservas como si eso fuese una consigna de: ¡todos a una!, una vez que la escalada de precios ya no hay quien la pare.
Porque ésa es otra. Llegados a estos extremos, ¿quién defiende al consumidor? El productor lo hace subiendo sus precios ante la subida de aquello que repercute en las materias primas. Pero ¿y el consumidor? ¿Qué puede hacer el consumidor que no sea sufrir las consecuencias, mientras a bombo y platillo se da la noticia de que el mismo banco de siempre ha conseguido unas ganancias de miles y miles de millones de euros, y que Repsol -precisamente Repsol- tiene días muy felices en la Bolsa?. No, no creo que eso sea una inmoralidad. Las empresas arriesgan su capital buscando unas lícitas ganancias. Lo inmoral es que, en un momento en que España se está apretando el cinturón y ya casi no nos quedan agujeros para sujetarlo, se provoque a la gente con la imprudencia de poner en circulación este tipo de noticias. Visto lo visto en relación con la subida de precios, es lógico que nos preguntemos: ¿para qué sirven las asociaciones de consumidores?.
Sí, por favor, un respiro porque esto ya no hay quien lo aguante.