Opinión

Me pesan las tardes

El mirador

Víctor Corcoba

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Me pesan las tardes porque es cuando paso a pasear por entre los periódicos y a respirar sus tintes. El mundo visto desde el papel es un cementerio de sombras en la proa de los días. Se traga toda mi esperanza. Todo camina desintegrado, desorbitado, despechado a más no poder.

Hay corazones verdaderamente resquebrajados que necesitan cuidados intensivos, lo suyo sería abrir lugares donde se enseñase a vivir, donde se aprendiese a respetar las virtudes esenciales para la convivencia. La familia ya no sobrevive en la sociedad a la manera de las yedras sobre las paredes. Hemos perdido nuestra verdad, la de ser humano, y no hay pedazo de sol que nos despierte el alma.

Las tardes me pesan pensando cómo huir de esta legión de víboras que me acorralan, de biotecnológicos sin conciencia dispuestos a torear mi dignidad, de buitres preparados para cortarme las raíces del ser a su antojo. Yo quiero ser quién soy, no lo que quieran que yo sea. No hay peor vida que vivir hambrientos de libertad.

Me pesan las tardes, lo repito, porque advierto quedarme sin habla, parárseme el corazón en seco al ver la fragua de odio al rojo vivo, el asalto a las raíces más humanas, la furia del abucheo constante y creciente, el atropello de los violentos con su bocina fanática reventando las cámaras de seguridad. La humillación y el sufrimiento están a la orden del día. No pocas voces han alzado el vaho de sus sílabas a todos los poderes del mundo, y es que sin duda urge globalizar la protección para miles y miles de personas que ya no saben ni dónde refugiarse. Convendría hacer autocrítica, puesto que como dijo García Márquez: “Los seres humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez”. Y es que el mundo brota en nosotros como al atardecer despuntan los sueños.