Clemente sostiene la camiseta de la peña ante la vitrina de trofeos de la sede (Foto: RICARDO M. PEÑA)
JAIME FRESNO | Miércoles 22 de octubre de 2014
Huele a fiestas en la Campera: en la parcela frente a la sede, los socios se esmeran en rastrillar el recinto del baile, en limpiar la barra, en montar el escenario de la orquesta. Hasta un socio residente en Segovia colabora en una tarea que se desarrolla a pleno sol. 400 familias disfrutarán de ello a partir del martes, tras el chupinazo, como en los últimos 35 años. Lleva siendo así desde 1972, cuando se oficializó en estatutos la Peña Campera, Asociación Benéfica, Deportiva, Recreativa y Cultural “y, últimamente, también taurina”, añade su presidente. “La Campera empezó en los años 60, cuando se unieron la Peña Bar Fany, lo que es ahora el Bar Gol, y la Peña Valdepeñas. Empezamos entre 45 y 60 socios, algunos conocidos, como el antiguo alcalde, Carlos Julio, alias Chaparro, Santiago Granados, alias Gamella, o el Barbas; ahora ya sólo quedamos 11 socios fundadores”.
Del río, a la pérdida de tradiciones
De los inicios, entre otras muchas cosas, quedan los esfuerzos para adquirir una sede. Los más mayores recuerdan que ésta pudo ser el hotel donde se asentó el Pub Napoleón, actual Tasca del Tío Ángel, junto a la vía de Segovia. Clemente puntualiza que “nos quedamos a millón y medio de pesetas de conseguirlo. Aquella finca nos gustaba mucho, pero no pudo ser y terminamos aquí, que tampoco está mal”. La sede de la calle Asturias es patrimonio de la Campera, la peña que está en la memoria de todos como organizadora del descenso en barca del Río Guadarrama. “Fue una invención de mi hermano fallecido, Francisco, y otros tres socios. A raíz de que se hormigonó el río, se les ocurrió montarse en una barca y bajarse hasta la presa de La Navata. Entonces los vio el ex concejal, José Cea, y llamó a una persona para que les hiciese fotografías. De ahí salió todo. Recuerdo con orgullo que gané la primera edición con mi hermano”, explica Clemente. La nostalgia de las barcas enlaza con el recuerdo de otras tradiciones engullidas por el paso del tiempo. “Se pierden muchas cosas, como la fiesta de los quintos. Eso, afortunadamente, porque fue a raíz de quitar el servicio militar. Y ya no se hacen bailes de Carnaval y los chavales prefieren ir a las actuaciones gratuitas que hay en el pueblo antes de quedarse en las peñas”, añade. El comentario le sirve para afirmar que “la Peña Campera se está deteriorando en cuanto a edad media. Los chicos cuando pasan a adultos pasan a pagar la cuota de los demás socios, y de cada 10 queda uno. Los demás forman los grupos incontrolados que van a las fiestas y que no tienen que ver con las peñas”. Otro problema más inmediato es el de la parcela para el baile frente a la sede, cedida durante años a la Campera por un particular y ahora en vías de ser construida. “Una parcela de unos 2.000 metros en el centro de Villalba es demasiado golosa para muchas cosas. No sé si será por obligación, pero ha llegado el fin y, si no fuera así, creo que el Ayuntamiento terminaría reclamándola para aparcamiento. Lo que está claro es que seguiremos aquí y mientras sea presidente no subiremos al Ferial, sería lo último, porque perderíamos nuestras raíces”.
El bingo y la vaquilla
La financiación de la Campera, como la de las otras peñas, se sustenta en las cuotas y la explotación del bar de la sede, singular por sus partidas y campeonatos de mus. Pero hubo un tiempo de ingresos extra procedentes del bingo situado en Honorio Lozano. “La Peña Campera contaba con una de las 15 licencias especiales que hay en España para montar un casino o un evento de esta categoría. Puedo contar que el Casino Gran Madrid estuvo a punto de llamarse Peña Campera. Fue cuando la familia Crespo requirió nuestra licencia y llegamos a un acuerdo”. Ahora, y a raíz de ley que prohibió la vinculación de asociaciones con el juego, la Campera perdió ese ingreso extra, “un palo para nosotros y otras peñas”, afirma Clemente.
La Peña Campera debe su nombre a una larga trayectoria organizando capeas y actos recreativos al aire libre, una afición que asentó una fuerte relación con el mundo del toro. Tal es así que se acaba de federar como peña taurina, como remate a un historial que la llevó, en los primeros años 80, a ejercer de empresaria en la organización de los festejos de Santiago, como recuerda el cartel que conmemora aquella feria en una pared de la sede, con los hermanos Cancela a la cabeza. La tauromaquia ha generado varias anécdotas, pero quizá ninguna como la de la vaquilla. “Soltábamos una para los niños y un año el animal no quería entrar en el toril porque veía el cajón oscuro. Entonces a uno se le ocurrió subirse para abrir la puerta trasera y que la vaquilla viese luz. Y claro, la vaca entró por una puerta y salió por otra. Tuvimos que correr medio Villalba detrás de ella, hasta que la pillamos en los prados del Bacaladero. Eso fue la bomba. Nos dieron una buena bronca desde arriba”.