Opinión

Los pobres de hoy en día

Tribuna

Víctor Corcoba Herrero

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
No cambian las cosas tanto. Los ricos siguen haciendo la guerra, pero son los pobres los que mueren. Es lo mismo de siempre. También continuamos con las eternas limosnas. En vez de hacer que todo el mundo pueda vivir sin recibirla, nos empeñamos en ejercer el limosneo el lugar de ejercitar el desarrollo compartido. Ya me gustaría que los centros sociales pusiesen el cartel de “cerrado porque no hay pobres”. La realidad es muy distinta, a pesar de que cada día son más las instituciones dispuestas a amparar el desamparo, todas se quedan pequeñas para dar cobijo y posada, al aluvión de hambrientos e indigentes. Mientras España protagoniza desde hace más de una década una etapa de crecimiento espectacular, las bolsas de pobreza en absoluto disminuyen. Lejos de crecer, el salario del español currante pierde poder adquisitivo. Por el contrario, los beneficios empresariales se multiplican, sobre todo la Banca. En vista de lo visto, uno se pregunta: ¿En qué luna viven los sindicatos obreros que no se dejan oír ni ver? La situación es para preocuparse. Y, sobre todo, para ocuparse en poner remedio. Somos uno de los 30 países miembros de la OCDE en el que los salarios de los obreros siguen a la baja.

La tarjeta de crédito es el haber de los pobres. Lo que implica un mayor endeudamiento del pueblo obrero que se mueve entre la asfixia y la falta de libertad. La cantinela de que España es un paraíso, donde todo el que quiere trabaja, tiene sus matices. No es verdad, si hablamos de un trabajo decente, así de claro. Cada día proliferan más los trabajos indecentes, mal pagados y sin protección alguna. Se puede malvivir, callando mucho y tragando más. Tampoco me sirve que el retroceso del salario medio sea debido a la entrada en el mercado laboral de muchos peticionarios cuando es un derecho y un deber de proteger. El artículo 35 de la Constitución no da pie a la exclusión, incluye a todos los españoles en el deber de trabajar y en el derecho a un trabajo digno, con la remuneración suficiente para satisfacer las necesidades de su familia. Por desgracia, la crecida de empleos precarios y con sueldos a ras de suelo, sin futuro alguno, están a la orden del día. O lo tomas o lo dejas. Esto es todo lo que hay. Qué castigo.

Lo que escasea son trabajos que den estabilidad familiar y desarrollo personal, justicia e igualdad de género. Las personas en condiciones de precariedad, ahogadas por las deudas que los tiempos actuales imponen, sin el apoyo y la necesidad de ascender por la escalera de las buenas coyunturas, se mueren en la desesperación. La lentitud con la cual se genera trabajo decente en nuestro país hace perder los nervios y la esperanza a cualquiera. Pienso que una mayor coordinación entre administraciones, patronales y sindicatos, así como una mayor coherencia y compromiso político hacia los más desprotegidos, sería lo suyo, si queremos avanzar todos a una. A mi juicio, necesitamos abordar la desconexión que existe entre el crecimiento económico del país y el decrecimiento de la economía de familias, incapaces de llegar a final de mes para cubrir sus necesidades más básicas.

Uno de los motivos de esta situación está en la vida laboral del obrero, que lejos de ser liberadora su actividad, de vez en cuando se convierte en un verdadero sufrimiento. Para poder sobrevivir, no pocos trabajadores españoles necesitan hacerlo, aun a sabiendas de que son explotados, por supuesto sin capacidad alguna para organizar su propio curro y mucho menos con derecho a quejarse. ¿Habrá tormento mayor que, durante la jornada laboral, uno tenga que renunciar a ser dueño de sí mismo por unos euros? La mitad de las depresiones tienen esta causa. Lo cierto es que hemos asumido una cultura, o nos han hecho tragar con ruedas de molino, donde lo que menos se valora es la persona humana. Todo lo que no produce como se espera, en esta galopante y enfermiza maquinaria empresarial, se le relega sin miramiento alguno, pasando a engrosar las listas de los pobres de hoy en día.

En definitiva, el deber de trabajar y el derecho al trabajo que debiera ser un título natural, con más frecuencia de la debida, se desnaturaliza: por mayoría absoluta de los corruptos y por mayoría simple de los pasotas dirigentes. Qué pena.