Opinión

La reedición de Los protocolos de los sabios de Sion

(Foto: UNICEF/OMS).
Jorge Molina Sanz | Jueves 02 de noviembre de 2023
Las consecuencias del criminal atentado en Oriente Medio vuelven a reeditar vetustas pe-sadillas que parecían periclitadas.

Nuestro viejo marino comenta:

—El brutal atentado de Hamas contra Israel ha vuelto a poner sobre la mesa el odio a los judíos, el antisionismo y el antisemitismo que sigue inoculado en muchos estratos de la sociedad. Todo lo que rodea a los judíos siempre causa resquemor y se asimila a todo tipo de confabulaciones.

Esto se está viendo de forma palpable en este nuevo conflicto, empezando por el doble rasero a la hora de juzgarlo. La tendencia secular a defender a los aparentemente «desfavorecidos» prima sobre la cruda realidad de los hechos; hasta el punto de escuchar a ciertos prebostes como Borrell desde la UE, Guterres desde la ONU o Belarra desde el gobierno que, con subterfugios, justifican la brutalidad y barbarie asesina de los terroristas.

Al final parece que algunos se apuntan a aquello de que «los pájaros disparan a las escopetas».

El pueblo judío arrastra un estigma y la fama de ser los autores de las más diversas conspiranoias, a lo largo de los tiempos. Muchas son sólo mentiras, aunque es evidente que, en la actualidad, todo lo que rodea a los problemas territoriales con Palestina es complejo, de difícil solución y todas las partes tienen muchas culpas, incluyendo a Europa, la ONU, EEUU y la OTAN que, con su tiralíneas y resoluciones para delimitar los límites geográficos, lejos de solucionar agravaron el problema.

Interviene la joven profesora:

—Sobre esa leyenda negra, un caso muy llamativos fue la publicación de Los protocolos de los sabios de Sion, la diatriba antisemita más famosa que ha llegado hasta nuestros días, pese a ser calumnias y difamaciones denigrantes.

Hay muchos antecedentes de este odio secular y en 1903, el periódico ruso Znamya describe en 24 capítulos o protocolos las ficticias actas de reuniones de lideres judíos detallando unos planes secretos para dominar el mundo, manipular la economía, controlar los medios de comunicación y avivar conflictos religiosos.

Una obra de ficción, una fábula porque nunca existieron los Sabios de Sion, lo que no fue un impedimento para que, en 1917, después de la revolución rusa, emigrantes rusos lo expandieran por Europa, EEUU, Sudamérica o Japón.

La difusión y la patraña siguió creciendo con Alfred Rosenberg, el ideólogo nazi, que se lo propone a Hitler, que en sus primeros discursos políticos hace referencia a los Protocolos.

El «nationalsozialismus» publicó al menos 23 ediciones, entre 1919 y 1939 y, en 1933, con los nazis en el poder, algunas escuelas acaban usando los Protocolos como adoctrinamiento.

En la actualidad, internet sigue contribuyendo a la difusión de los Protocolos y aunque determinados sitios se desenmascaran, en otros se sigue diseminando ese odio a los judíos.

Hasta el punto de que, en libros de texto en el mundo árabe, presentan a los Protocolos como hechos ciertos y son usados en discursos políticos. Hamas, la organización terrorista autora de la masacre, utiliza como argumento los Protocolos para justificar sus actos de violencia y terror.

El marino comenta:

—Habrá que coincidir con el húngaro judío, Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz en 1986, cuando afirmó aquello de: «Si alguna vez un texto pudo producir un odio masivo, es este…Este libro no es sino mentiras y difamación»

Aunque, en la actualidad, el conflicto territorial sigue usándose como excusa y argumento para mantener un conflicto impenitente, del que son culpables todos los autores, incluyendo a las potencias europeas, EEUU y la ONU.

Podemos remontarnos al surgimiento del Islam, en el siglo VII d. C. en la que los árabes ocupan Palestina —considerada sagrada para musulmanes, judíos y católicos— y que después conquistan los Cruzados. En 1516 se establece la dominación turca hasta la I Guerra Mundial que pasa a dominio británico.

Tras la II Guerra Mundial y el Holocausto, aumenta la presión para crear un Estado judío. El plan original era la partición del territorio entre judíos y palestinos, pero desde la fundación de Israel en 1948, la tensión y los conflictos han sido constantes.

Al día siguiente, Egipto, Jordania, Siria e Irak invadieron este territorio, la primera guerra árabe-israelí, conocida por los judíos como Guerra de la Independencia.

Tras años de atentados, la OLP e Israel firman en 1993 los Acuerdos de paz de Oslo, en los que la organización palestina renunció a «la violencia y el terrorismo» y reconoció a Israel «el derecho a existir en paz y seguridad», reconocimiento que la organización terrorista Hamas nunca aceptó.

La joven profesora continua:

—Los conflictos territoriales, a lo largo de la historia, han provocado odios y disputas interminables. En esos casos es muy difícil introducir la racionalidad, pero mientras algunos países como Jordania, firmaron un tratado de paz en 1994 con Israel y mientras unos han buscado la paz y desarrollar su país, otros han buscado los atentados terroristas y sólo ha construido túneles y miseria con todas la ayudas internacionales que han recibido.

Es un escenario endiablado, con un tufillo antisemita que sigue hoy presente y unos terroristas que justifican sus acciones como defensores de un pueblo que utilizan como escudos humanos, que malgastan las ayudas humanitarias y pretenden permanecer en el medievo, sumidos en la barbarie, el subdesarrollo y la pobreza, todo en el nombre de Alá.

Con estas premisas es difícil construir la paz y el bienestar.

El marino concluye:

—Son muy duras conclusiones, en las que seguro habrá muchos criterios divergentes y previsiblemente es imposible equilibrar el fiel de la balanza, aunque observo que mientras Israel ha construido un país democrático, los países árabes siguen anclados en dictaduras teocráticas medievales.

Nuestros amigos se levantan pensando que, a pesar de las estridencias, vivimos en un país muy alejado de esos parámetros.

jorge@consultech.com

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