Opinión

Guardia Civil sólo por un día

EL MIRADOR

Olga M. González

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Cuando me han preguntado qué me gustaría ser, casi siempre he contestado que quien soy, ya que afortunadamente no envidio nada de los demás. Soy feliz con mi trabajo, tengo una familia estupenda y un novio fantástico. Pero hay ciertos momentos que, al igual que a miles de personas, habría querido ser, al menos por unos minutos, agente de la Guardia Civil de Tráfico.

Me refiero a esos días en los que vas conduciendo tranquilamente por la autopista a la velocidad permitida y viene un loco y te adelanta a tal velocidad que casi te echa de la carretera, o que mientras estás adelantando a un camión a 120 kilómetros/hora, ves por el retrovisor llegar a un coche a gran velocidad que se pega a tu maletero, se pone a pitar, a dar las luces y entonces piensas: me gustaría ser guardia civil para tener una charlita con ese individuo, o tener un tanque para frenarle en seco y hacerle ver que con prisa no se va a ninguna parte, ya que de esa manera no sólo pone en peligro su vida sino la del resto de las personas que viajan en otros vehículos. Es triste que la gente tenga que ver un radar, o un coche con las siglas de la Guardia Civil, para levantar el pie del acelerador. Y aún es más triste pensar que sienta más miedo al hecho de tener que pagar una multa que a quedarse paralíticos de por vida. Sé que con un artículo no se consigue nada, ni tampoco con cientos de campañas de concienciación, pero invito a la reflexión a todos aquellos que hacen locuras por las carreteras pues no sólo se arriesgan ellos a tener un accidente, sino que ponen en peligro la vida de muchos inocentes que van en sus coches respetando las normas. ¿Vale alguna vida el ser imprudente? Yo, al menos, valoro mucho la mía y sé que sólo tengo una, por so creo que merece la pena llegar más tarde a los sitios que no llegar nunca.