Opinión

Yo no me callo

José Luis Úriz Iglesias | Viernes 13 de agosto de 2021
Existe un debate sobre si en la sociedad actual existe libertad de expresión o no. En esta reflexión infrinjo de nuevo la norma de no hablar en primera persona, pido excusas por ello.

Es cierto que al contrario que en la Edad Media al que discrepa no le queman en la hoguera, tampoco como en el franquismo te detienen y te torturan, pero no es menos cierto que ejercer esa libertad de expresión hoy en día, especialmente en las redes sociales, te puede costar algún disgusto con insultos y descalificaciones varias.

Esas mismas redes sociales que tantos elementos positivos han traído, también nos llevan a una especie de selva donde el anonimato de los pseudónimos empleados, llevan a la errónea idea de que todo vale.

Esos ataques te vienen de uno u otro lado del espectro ideológico dependiendo de lo que escribas. Me ha ocurrido en todo lo referente a la pandemia y también a las cuestiones políticas.

Por ejemplo, durante mucho tiempo he sido un defensor acérrimo de Pedro Sánchez en artículos, publicaciones o tertulias. Esa posición lógicamente me traía como consecuencia el machaque de los que no le soportaban, pero a pesar de ello seguí ejerciendo mi libertad de expresión sin amedrentarme lo más mínimo.

Voy por la vida ligero de equipaje, entre otras cosas porque la tengo ya resuelta y no ambiciono ni puestos ni prebendas.

Lamentablemente la política se ha acabado convirtiendo en una especie de oficina de empleo, en la que al que llega se le exige sumisión, o como decía el nefasto Alfonso Guerra; “el que se mueve no sale en la foto” pudiendo perder tu puesto de trabajo si la incumples.

En esas circunstancias ser independiente te convierte en un serio peligro para los Torquemada de turno, que existen por doquier cual nociva epidemia en los últimos tiempos, dominando la situación desde las atalayas del poder.

Pero precisamente por esa característica de ser absolutamente libre, cuando consideré que Sánchez ya no iba en la dirección adecuada, que empezó a cometer errores en lo referente a la pandemia y a una parte de sus últimas decisiones políticas, lo expuse públicamente de manera crítica.

El concepto de “crítico” (no “criticón”) tan denostado ahora, es imprescindible para enriquecer lo que debiera ser una cascada de opiniones plurales, especialmente desde la militancia política.

Los partidos políticos debieran fomentarlos, incluso protegerlos como si de una especie en vías de extinción se tratara. Lamentablemente no es así.

En mi caso ahí surgió el problema, aquellos que me aplaudían antaño pasaron a criticar mis reflexiones, porque al ser cortos de miras entendían que los apoyos son de por vida, lo que ahora se denomina incondicionales. Fea palabra, porque nunca se debe apoyar de manera borreguil y acrítica.

Jamás he apoyado a nadie incondicionalmente, mi apoyo siempre ha sido en función del camino que seguían, de las decisiones que tomaban y ahora considero que este Presidente del Gobierno al que tanto ayudé y apoyé en estos instantes no se lo merece.

Pero al mismo tiempo estoy deseando volver a hacerlo.

Sánchez se ha desviado del camino que trazó al ganar las primarias, en las que por cierto contó con mi ayuda y apoyo, de ahí mis últimas reflexiones, por cierto tan dignas de ser respetadas como las que hice en su día en sentido contrario.

¿Es tan difícil de entender?

Pues parece que sí y de ahí ciertos comentarios a mis últimas reflexiones, algunos con bastante falta de respeto (otra carencia de una parte de la sociedad actual), me acusan de deriva, desatino y complicidad con el enemigo.

Ni deriva, ni desatino, mucho menos complicidad, simplemente libre discrepancia con la valentía suficiente para ponerlo negro sobre blanco.

En fin, deberé acostumbrarme a que ahora quienes me silbaban me aplaudan y quienes me apoyaban con su aplauso ahora me silben. No por eso voy a cambiar de opinión.

¿Ladran luego cabalgamos? Quizás este eslogan pueda herir a algunos con piel muy fina, pero quiero indicar con ella que nada va a impedir que siga reflexionando y escribiendo sobre lo que considere debo hacerlo.

Faltaría más, no me amedrentaron en el franquismo, ni después los cachorros etarras, mucho menos lo van a hacer ahora.

No me voy a callar, tomen debida nota.

¿Libertad de expresión? Bueno, como el maestro Dylan señalaré; “la respuesta está en el viento”.

Veremos…

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