Opinión

El encantamiento de las encuestas

Tribuna

Víctor Corcoba Herrero

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Otenemos miedo a decir la verdad o mentimos mucho. ¿Cómo se entiende el continuo absentismo laboral injustificado, las continuas y crecidas bajas por depresión, si luego una encuesta, la de Calidad de Vida en el Trabajo 2006, dice que siete de cada diez ocupados están satisfechos con su empleo? A mí que me lo expliquen. Algo no cuadra. En cualquier caso, yo prefiero un ser humano insatisfecho antes que un cerdo satisfecho, bajo el paraguas de una satisfacción relativizada, puesto que el sistema de producción y consumo que predomina hoy en nuestra sociedad nos convierte en animales que necesitan ser cebados como ideal de felicidad antes que en sujetos pensantes.

Habría que ver cómo se realizan este tipo de encuestas, puesto que como es bien sabido los movimientos manipuladores suelen estar a la orden del día. Aunque se nos diga que es una investigación por muestreo dirigida a la población ocupada de 16 y más añas, de ambos sexos que residen en todo el territorio nacional, excluyendo Ceuta y Melilla y que el tamaño muestral ha sido de 9.000 ocupados y las entrevistas se han llevado a cabo de forma personal y telefónica durante el cuarto trimestre de 2006; una cosa es lo que se dice, se cuenta, interpreta o hasta se inventa, y otra muy distinta es la realidad que salta siempre a la vista. La evidencia es el sondeo más fiable. Incluso algún sociólogo ha llegado a decir que las encuestas son para no creérselas. El alborozo de la complacencia no es de recibo y dudo que se de. Antes hay que ofrecer un modelo de vida diferente, centrado en la vivencia de la solidaridad obrera, en clave de justicia para todos y de servicio a los excluidos, que también tienen derecho a una digna calidad de vida. Por otra parte, si la organización de la producción y del consumo nos acompaña como si fuera una sombra y nos dirige a la sociedad productiva de las veinticuatro horas, el resultado es de verdadera locura, sin tiempo para nosotros mismos y para nuestras familias.

Si hemos hecho esta reflexión a raíz de esta encuesta, y si no la pusiéramos en duda que la pongo, donde la mayoría confiesa su deleite laboral en consonancia con el empleo que ocupa, ha sido también con el propósito de llamar la atención a los agentes sociales para que sepan que los problemas del mundo del trabajo van más allá del crecimiento económico y de la creación de empleo, aunque ello sea necesario e imprescindible, pero no es condición suficiente, puesto que hay que estar atentos a este agotador modelo de producción que muchas veces no deja vivir, y mucho menos cultivar la propia vida familiar. La cuestión no es que existan leyes de conciliación o de igualdad de oportunidades, es que las normas se cumplan o que cuando el trabajador exija su cumplimiento, no vaya en perjuicio de su relación laboral. Por desgracia, las violaciones a derechos adquiridos, inclusive los sindicales, se producen con demasiada frecuencia.

Otro desajuste, cuando menos con una poderosa central sindical dispuesta a recorrer la piel de toro orientando a los trabajadores de las posibilidades de formarse para mejorar su empleo, es que la gran mayoría de los ocupados, no quiere formación, considera correcta la relación entre el puesto de trabajo y su propia formación. Podríamos seguir confrontando el análisis, pero sería llegar a la misma sensación de bochorno y desagrado, que no tiene nada que ver con la dicha que nos pinta la encuesta. El mundo obrero sigue existiendo, más precario a veces que nunca aunque se nos entaponen los oídos de normal, lejos de dar trabajo decente para todos, persistente en la discriminación, con muchas víctimas tras de sí como para mostrar júbilo. A lo mejor tenemos que tomar el trabajo de estudiarnos para despertar del estúpido encantamiento.