Opinión

Gurriatos debutantes

CARTAS DE LOS LECTORES

Pilar Bennacer González

El Faro | Lunes 06 de mayo de 2019

Nunca me he metido en política, sin embargo un grupo de amigos con los que comparto los ideales de trabajar por tu propio pueblo con honradez e ilusión, me llamaron hace poco para entrar en una candidatura municipal en la próximas elecciones del 26 de mayo, en un precioso e histórico pueblo de la Sierra de Madrid con algo más de 18.000 habitantes.

No pude negarme cuando supe lo que querían hacer por y para el pueblo y accedí comprometiendo mi tiempo y esfuerzo. Inicialmente compartíamos la idea de no constituir un partido político, sino una agrupación electoral independiente, que es otra modalidad que la ley permite para presentar candidaturas, además de las del partido político.

Tras varias reuniones en las que intentamos aglutinar y plasmar sobre el papel las propuestas que cada uno tenía elaboramos nuestro programa electoral, y nos preparamos para superar la primera prueba: reunir 500 firmas entre las personas del pueblo (empadronados) con copia de DNI incluido que nos avalaran para presentar nuestra candidatura por primera vez.

Nos pusimos en marcha cuando se abrió el plazo de presentación, conscientes de que solo teníamos 20 días y que por medio pillaría la Semana Santa con la consiguiente disminución de la población por vacaciones. Tampoco el tiempo nos acompañó y la lluvia hizo que las personas que se paraban a escucharnos por la calle firmaran en condiciones adversas, aún así reunimos 557 firmas para entregarlas en la Secretaría del Ayuntamiento, convenientemente organizadas con el DNI al lado, para que certificara, como prevé la ley electoral, su validez y poder elevar nuestra propuesta de candidatura a la Junta Local Municipal para su aprobación.

Empiezan los impedimentos

La primera respuesta de la Secretaría fue telefónica, diciendo que nos faltaban 70 firmas; más tarde nos llegó una relación con 313 firmas que habían sido rechazadas: 241 de ellas porque su firma no era idéntica’ a la del DNI y 72 que no estaban empadronados, no eran de la UE o no acompañaban DNI. Superamos el desánimo que nos produjo tal rechazo masivo, sobre todo por desconfiar de las firmas que personalmente habíamos recogido cada uno, más sabiendo que las firmas con el paso del tiempo nunca son idénticas, y de nuevo salimos a la calle a buscar más firmas. Cuando las tuvimos reunidas y organizadas, otra vez con su DNI 320 firmas más, volvimos a presentarlas a la misma persona. Un día después, justo la fecha en la que se acababa el plazo, nos dijeron por teléfono que no habíamos alcanzado el número exigido por siete firmas, sin explicaciones ni por qué habían sido rechazados, y la Junta Electoral nos había dejado fuera.

No olvidaré la reacción de las personas por la calle, muchas de ellas desencantadas de la política; una me dijo que firmaba porque le parecía que yo era buena persona y se fiaba de mí, cuando les contábamos lo que queríamos hacer en el pueblo. Todas esas personas, familias enteras que se paraban a firmar dándonos su confianza, creían que podía haber más oportunidades si se cambiaba a las personas que estaban porque ya habían demostrado durante cuatro años lo que podían hacer por el pueblo.

Una Ley Electoral demasiado estricta

Por eso hoy me pregunto y quiero poner sobre el papel algunas dudas que sirvan de reflexión: ¿Realmente estamos contribuyendo a tener una verdadera democracia, manteniendo una Ley Electoral Municipal tan estricta que sólo permite dos vías de legalización de firmas: el Secretario del Ayuntamiento o un Notario, que no está al alcance de cualquiera al cobrar por cada firma más de seis euros en el mejor de los casos, además de hacer personarse a la gente en su despacho?. Una Ley que además tiene más de 35 años.

Por otra parte nadie pone en duda que las personas cuando trabajamos no solo nos equivocamos sino que pueden actuar de forma arbitraria. Lo sabemos y a más de uno nos ha tocado comprobarlo en alguna ocasión. Entonces ¿Estamos dando igualdad de oportunidades a todas las personas como manda la Constitución? ¿O estamos haciendo la vista gorda a las arbitrariedades, cayendo en la injusticia de instituciones que quizá mantengan en su seno a personas con mucho poder y con intereses creados para que nadie entre desde fuera que les pueda hacer perder su poder?

En el fondo tengo que confesar que me entristece pensar que por algo así la conciencia no deja conciliar el sueño a esa persona, si es que tiene conciencia claro. Les aseguro que yo duermo con mi conciencia completamente tranquila.

Estimados lectores, ahora ya sé por qué no me he metido nunca en política.