Opinión

Pablo Iglesias, ministro plenipotenciario

Joaquín Abad

El Faro | Jueves 28 de junio de 2018

Me da en la nariz que Pedro Sánchez ha conseguido con su “ministro plenipotenciario” Pablo Iglesias, calmar a los de la República catalana, porque eso es como que se creen en un estado independiente. Los seguidores de ese nazi conocido por el diminuto Quim, llamado Joaquín Torra. Porque visto lo visto el líder morado viaja a la capital de la república con aires de autoridad para allanarle el camino a esta entrevista que el presidente del Gobierno de España mantendrá con su homónimo catalán el próximo 9 de julio en la sede de Presidencia en la Moncloa.

Y es que el Gobierno de Sánchez le está facilitando al podemita su carácter de autoridad. Es el propio ministro del Interior, Grande Marlasca, quien ordenó a Instituciones Penitenciarias que le abrieran las puertas de Alcalá Meco y en Extremadura para que el enviado del Presidente del Gobierno se entrevistase con los presos políticos catalanes. Que, por cierto, siguen encerrados por empeño del cabezota juez del Supremo, Pablo Llarena, que como todo el mundo sabe en Cataluña, lo hace de forma ilegal porque a unos políticos como Junqueras, Turrul,, Rull, etc, tan responsables, tan modositos, podían pasear libremente por las Ramblas. Sí, por esas Ramblas llenas de lacitos amarillos, en lugar de prisión a pan y agua en una cárcel española, que no catalana.

Pedro y Pablo están encantados. Pedro no puede hacer lo que Pablo porque se revelarían sus votantes y quién sabe si alguno de su comité ejecutivo. Algún barón. El trabajo sucio, eso de ir negociando bajo manta lo que Pedro está dispuesto a ceder a la República Catalana, con la excusa de ‘normalizar’ una relación rota tras el golpe de estado en octubre del pasado año. Mientras Pedro viaja a Europa en el avión oficial de la Fuerza Aérea Española, Pablo recorre España en el Audi pseudo oficial para hablar con Torras, con Junqueras, con Trull. “Tranquilos que todo esto se va a arreglar, las competencias de Justicia se van a arreglar, las competencias de justicia serán traspasadas y un tribunal catalán, que no el Supremo, será el que tenga la última palabra del ‘niño Jesús’, sobre si hubo golpe o mandato del Parlament.

El 9 de julio, el presidente de la República será recibido la escalinata de Moncloa por un Pedro, como cuando saludó a Peroshenco, presidente de Ucrania. Pasarán a la salita de sillones de piel blanca para hacerse la fotos con caritas sonrientes, y luego, fuera periodistas, fuera micrófonos -excepto los que tengan ocultos el CNI, hablarán cara a cara, de lo que de verdad está dispuesto a ceder Pedro, de lo que Torra quiere para que sus bases, sus radicales, no le llamen traidor como cuando Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones en vez de declarar constituida la República el 27 de octubre del pasado año.