Opinión

Viejos zapatos heridos

Antonio Pérez Gallego

El Faro | Lunes 31 de julio de 2017

Hay un tiempo para los proyectos, una etapa prolija en ilusiones, de noches sin días y días sin sueños; duermevelas de futuros prometedores de incertidumbre en la espera, de un corto pasado alumbrando un presente saturado de incógnitas. Pensando el camino a tomar el viento sopla a favor y la liturgia del momento anuncia ambiciones al acecho. Todos sin recomendaciones, consejos y alertas de quienes nos protegen y amamantan, de los que ya solo recuerdan, y nos prestan sus suelas. Pero nuestro tobillo roza en sus huellas y necesitamos que el camino esté libre, y no escuchamos los ecos que la distancia pierde. Pronto aprenderemos la importancia de las determinaciones, en muy pocas ocasiones se nos permitirá regresar, un regreso que no haremos porque el recorrido cambió su voz y su aroma. Continuaremos pues, de frente, olvidando lo que pudo ser; lo incierto acecha hasta encontrar acomodo, el ascenso tiene sabor a triunfo, el pasado todavía no tiene audiencia.

Culminaremos etapas, relaciones perpetuas y fundiendo itinerarios y anhelos el camino mediándose y en la cima, que no lo es, divisaremos otras cumbres que no podemos alcanzar porque los zapatos comienzan a estar viejos y heridos, Entonces surgirán las preguntas que no nos hicimos cuando la velocidad era frenética. Pero aunque hay mucho por hacer y nuestro dibujo apenas acabó su contorno y nos preguntaremos si el lugar donde nos hallamos fue aquel que quisimos alcanzar. Las fuerzas empezarán a flaquear y los más bisoños nos adelantarán, tal como antes nosotros hicimos sin recordar.

Comienza el descenso del sabor amargo. A algunos les romperá las piernas y el alma si cuando sufrieron las alertas atisbaban las penumbras, cuando los demás habían olvidado su presencia. Y el pasado nostálgico reducirá su marcha; el tiempo ya no apremia.

Es el momento de recrearse en la espera, de vaciar los bolsillos, de caminar con la ayuda de muletas, de ver la ternura en las caras ajenas, de despertar al amanecer, sonreírle a los días y ver el reflejo entre las sombras.