Tribuna
Víctor Corcoba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Para que nada nos separe, que nada nos una. Algo parecido deben pensar algunos dirigentes que concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, que, en algunas ocasiones llegan a poner en entredicho hasta las reglas del juego democrático con tal de ganar posiciones de poder. Hay cosas que han de unirnos, por pura covivencia. Después no separan formas, pero habrá que poner estilos civilizados. Hay lenguajes, como por ejemplo el del sentido común y orden natural, que han de vincularnos. En consecuencia, creo que la vida es para vivirla cerca unos de otros, que no anexados a un pensamiento único y, aún peor, sin libertad de movimiento y acción.
Considero también que debieran fraternizarnos acciones solidarias, mientras vivan en el mundo personas que carecen del mínimo vital para desarrollarse y llevar una vida verdaderamente humana. Creo que el consuelo debiera ser de obligado cumplimiento, ante todo, por parte de las personas y de los pueblos que viven en la prosperidad. Estimo que es posible, incluso necesario, introducir razones de conexión en base a principios y exigencias éticas que han de guiar nuestros pasos. La unidad nacional que propicia la paz en la familia humana requiere proximidad, sobre todo con vidas que sufren discriminaciones y miserias injustas. Sin lugar a dudas, el aislamiento no conduce a nada bueno, y si algo alienta, es el que el hombre explota al hombre. ha perdido todos los sentimientos.ç
Estima que cuanto más nos dividimos y separamos, más difícil será que cesen crispaciones y gobierne la concordia. La máxima del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, reprochando al partido de la oposición sus mentiras sobre el Ejecutivo, instando a los candidatos socialistas a hacer una campaña electoral mirando al futuro y a responder “a cada insulto con una propuesta, a cada descalificación con una idea y a cada exageración con una sonrisa”, podría ser una buena apuesta, ciertamente necesaria para el momento, si los fundamentos activan reconciliaciones y extienden los beneficios del progreso a todas las gentes y pueblos; si los hechos abren boca a la unidad de todos los españoles, si las palabras tienden a hacer verdadera justicia igualitaria... Me parece sensato lo de estimular la mente con ideas, pero luego debemos hacer algo con ellas, que no se queden como floreros en meros dichos. Sonreír está bien, pero también hay sonrisas que empalagan y otras hasta matan. Risas con pan siempre saben mejor.
En todo caso, es voz popular que las ideas mueven el mundo, pero sólo si antes se han transformado en estremecimientos. Ya lo advirtió Jacinto Benavente, que “no hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos”. Sólo buenas disposiciones universalistas, temples y sensibilidades, pueden unirnos. El partidista interés jamás puede fraguar uniones duraderas. Sería, pues, una buena opción, ya que ha instado el presidente a fomentar las ideas, poner todos los recursos de la mente, la ciencia y la cultura al servicio del sosiego y de la construcción de una nueva sociedad, menos separada y más unida, una sociedad que triunfe en la eliminación de las causas de las confrontaciones sanguinarias, dedicándose generosamente al progreso total de cada individuo y de toda la humanidad.
Es justo reconocer que los individuos y las sociedades están siempre expuestos a las pasiones de la codicia y el odio; pero, hasta donde nos es posible, y quienes son instrumento fundamental para la participación política debieran tenerlo como prioridad en sus programas, la de corregir situaciones y estructuras sociales que causan la injusticia y los conflictos. En suma, que todos nos merecemos una oportunidad para salir del infierno, algo que nos separa hoy en día ante el fuerte caudal de desigualdades y que, como agua de mayo, se precisa converger para estrechar la vida del afecto y, por ende, que espigue el pétalo de la paz.