Opinión

Reivindicación panderetera

Luis M. Alonso (*)

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Es cierto que la estética del Primero de Mayo persigue tiempos vencidos. Y si no los persigue, al menos los encuentra en toda su dimensión folclórica y absurda.

En las desnutridas manifestaciones celebradas en toda España se han visto, por ejemplo, banderas y símbolos preconstitucionales, parafernalia revolucionaria de ultratumba y consignas oportunistas de unos sindicatos vergonzosamente subvencionados por el Gobierno y por lo tanto rendidos a él hasta el punto de que es la oposición la que recibe las únicas críticas. Nada de reivindicación laboral o, en último caso, apenas nada, salvo la excepción de la bahía de Cádiz. Los adocenados sindicatos de este país han convertido el Primero de Mayo en una reivindicación panderetera, propia de organizaciones que desconocen cuál es su cometido y sus limitaciones. Por eso, ya no se distingue su presencia pública en la calle de la de los titiriteros de Pilar Bardem. Muchos gritos en contra de la guerra de Irak, pero ni una sola mención al terrorismo etarra, cuando hace un año la jornada se convertía en un clamor favorable al diálogo con la banda asesina.

La consigna no era defender los derechos de los trabajadores, sino taparles las vergüenzas al Gobierno, que es quien subvenciona, incluso aplaudiéndolo de manera descarada en periodo electoral.

De la escasa participación vale más no hablar. La impostura no es digna de seguidismo. A los ciudadanos inteligentes estas cosas tan banales e instrumentadas se la trae, como es comprensible, floja. El Primero de Mayo, más que antiguo, es algo ya anacrónico por su propia estética. No digamos ya los discursos, las consignas, todo ese aparato de banderas de la II República, de Cuba, gorrillas, pañuelitos, hoces y martillos, etc.
(*).- En La Nueva España