Historia de la Sierra

En cinco siglos el casco antiguo de Collado Villalba ha logrado mantener sus propia señas de identidad

Tras la segregación de Alpedrete (año1874), el municipio villalbino vió reducido su término municipal a sólo 249 hectáreas

El Faro | Miércoles 10 de agosto de 2016
En sus comienzos y durante varios siglos, Collado Villalba estaba formada, al igual que otros pequeños núcleos del Real, por unas cuantas propiedades rurales, más o menos próximas, cuyos pobladores se dedicaban a la explotación del campo en una actividad agrícola y pastoril de los bosques y a la extracción de materiales para la construcción.

Desde la Edad Media hasta el primer censo conocido, se sabe que Collado Villalba tenía cierta entidad, como lo demuestra el estar incluida como tal en la relación de ‘lugares’ que formaban parte del Real de Manzanares, cuya población era de 21,3 habitantes por kilómetro cuadrado, una cifra muy alta para una zona eminentemente montañosa y que se explica por la diversificación de los modos de vida de los cultivos, el pastoreo, la explotación de los bosques, la piedra etc, cifras que no fueron recuperadas hasta bien entrado el siglo XX.

El censo de habitantes de Collado Villalba en 1591 se estimaba en 137 vecinos. La quiebra demográfica sufrida a lo largo del siglo XVII en toda España es paralela a la de la zona, siendo la única excepción Madrid por su ascenso a capital del reino. En el año 1713 había en Collado Villalba 48 vecinos (cabezas de familia), lo que suponía 192 personas, aproximadamente. También la guerra de Sucesión ayudó al despoblamiento ya que el paso de los ejércitos de Felipe V por tierras villalbinas endeudaron fuertemente a este municipio. Es en el siglo XVIII cuando se produce una importante recuperación demográfica en esta zona. Así lo corrobora el Catastro del Marqués de la Ensenada (año 1751) que muestra una población recuperada en este entorno de 105 vecinos, 12 viudas, 2 presbíteros, que vienen a ser unas 434 almas, de las que 60 vecinos, siete viudas y un presbítero pertenecen a Collado Villalba. El censo del Conde de Aranda es muy similar al anterior y sus cifras coinciden también con las del Conde de Floridablanca, en las que aparecen entre los pobladores profesiones más cultas como la de cirujano, escribano, maestro de escuela, sacristán u otras especialidades como la de tallista, carnicero, tabernero, tendero.

La independencia de Alpedrete
En la primera parte del siglo XIX el hecho de mayor repercusión en relación al número de habitantes se produce con la independencia de Alpedrete y las segregaciones de los terrenos respectivos. Algunos años antes (1826) Sebastián de Miñano nos cuenta que la población ascendía a78 vecinos (314 habitantes). A partir de 1850, Collado Villalba se ve sometida al proceso de desamortización sentándose las bases para la configuración de las grandes fincas agrarias. Una segunda fase más intensa se producirá en 1874, pues como consecuencia de la segregación con Alpedrete, el municipio se quedará con una superficie de tan solo 249 hectáreas y algunas propiedades dispersas.

Pero es a mediados de este siglo cuando se pone en marcha lo que va a significar para este pueblo una verdadera revolución urbana y demográfica, y eso viene de la mano de la estación de ferrocarril, lo que supuso un incremento enorme de la población. En 1887 la ‘Guía de Madrid’ contabiliza 240 vecinos y 690 almas en 230 casas distribuidas en calles estrechas y sin empedrar. Pero año a año, la población se irá incrementando considerablemente. En algunas fuentes censales como el ‘Nomenclator’ ya aparecen diferenciadas las poblaciones de la villa y la del barrio de la Estación, donde se ha empezado a desarrollar la industria y el comercio, además del transporte de reses bravas procedentes de Colmenar, junto a otras actividades industriales tales como la fabricación de pan, queso, conservas, aserradero, fábrica de jabón, comercio de granos, leche, carnes, etc.

En el año 1900, de las 356 viviendas censadas, 170 pertenecen a la villa y 144 a la Estación, el resto se reparten en el barrio de Jabonería y en grupos bastante diseminados. Y en lo que respecta a habitantes, la población llega a las 1.137 almas, de las cuales 564 pertenecen a la villa y 573 a la Estación, que ya supera al casco urbano en habitantes pero no en el número de viviendas.

Edificios emblemáticos
De comienzo del siglo XX es el salón ‘El Capricho’, situado en el centro de la villa, cuyo origen viene de la recuperación de un viejo caserón gestionado con fines recreativos en tiempos de la II República. Actualmente está destinado a actividades lúdicas. Los otros edificios emblemáticos del casco antiguo son la parroquia del Enebral, exponente típico de la Iglesia de la transición (entren los siglos XVI y XVII), que fue construida en diversas fases y su aspecto y hábitos es el resultado de varias intervenciones, siendo la más notoria la llevada a cabo en el año 1943, como consecuencia de la devastación de la guerra civil y la de los años 70/80, donde se le añade el atrio. Entre los ornamentos que conserva el templo, destaca una escultura de la Virgen del Enebral y una pila bautismal de granito del siglo XVII.

Otro edificio no menos emblemático, aunque mucho más moderno, es el del Ayuntamiento, un casón de piedra de planta rectangular y dos pisos. Su fachada se caracteriza por sus dos vanos centrales no del todo alineados y una sencilla balconada. Antiguamente tuvo adosado otro edificio de piedra, de una sola planta precedido de un porche, que estaba destinado a escuela y que, posteriormente, fue destruido para acometer las obras de remodelación de la Casa Consistorial iniciadas a principios de siglo y que han alterado y deformado sustancialmente su aspecto original.

La piedra del Concejo, localizada junto al Ayuntamiento y declarada hace unos años como ‘Bien de Interés Cultural con categoría de Sitio Histórico’, tiene una superficie de más de dos metros de larga por dos de ancha, siendo su estructura de granito donde se labraron unas gradas. En ella se celebraron los concejos abiertos desde el siglo XVII. En la actualidad se encuentra difuminada dentro del espacio de la plaza de la Constitución, sin que se le haya dado la importancia y el tratamiento que merece una pieza tan singular.