Luces y sombras
Manuel J. Ortega
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Un amigo me ha dicho que la fórmula con que se confeccionan las listas electorales es tan misteriosa como la de la Coca-Cola. Y puede que tenga razón, porque uno que ya peina canas aún no ha logrado enterarse qué clase de reglamento interno utilizan los partidos políticos a la hora de escoger a los candidatos a las alcaldías. Sí les puedo asegurar que la elección no se realiza vía oposición ni a través de un casting como los que hacen en nuestras televisiones; ni tampoco se tiene en cuenta su currículum profesional. El proceso de elección, según aquellos que dicen conocer los entresijos de los partidos políticos, se parece bastante a una lucha abierta que suele ocultarse a los observadores externos. Por un lado se exige que el aspirante maneje bien la agenda y el móvil; que tengan el don de saber ningunear a sus compañeros de terna y, además, sea capaz de granjearse la amistad de los dirigentes de su partido. También resulta imprescindible que tenga experiencia en el uso del codo, porque deberá utilizarlo continuamente para hacerse hueco entre los aspirantes a la poltrona. Elegido el candidato, el siguiente paso es configurar la lista electoral. Aquí, dicen, la voluntad del número uno (el futuro alcaldable) se mezcla con los equilibrios internos (militantes), las presiones del aparato (partido) y las cuotas de género (a ser posible mitad hombres y mitad mujeres). Todo ello se agita, posteriormente se destila y al final se obtiene un cocktail supuestamente bien condimentado. Y es que el votante y el consumidor tienen muchas cosas en común: uno vota la lista sin saber cómo se hizo y el otro, sobre todo cuando tiene sed, disfruta de la bebida refrescante sin prestar demasiada atención a sus ingredientes.
Crisis política en Valdemorillo, Galapagar y Collado Villalba
Pero mucho me temo que la fórmula, si es como me lo han contado, tiene bastantes riesgos, porque de lo contrario uno no se explica cómo los partidos, sobre todo los dos más votados de nuestro país, pueden confundirse tantas veces a la hora de promover no tan sólo a los alcaldables, sino también a quienes han de acompañarles en sus respectivas ternas. Esto lo ha puesto en evidencia Mariano Benítez de Lugo, militante socialista y conocido abogado, al calificar la polémica decisión tomada por el Partido Socialista de Madrid de designar a Luis Herranz Robado como candidato a la Alcaldía de Valdemorillo, con las siguientes palabras:“Cuando el poder se une a la ineptitud, la mezcla puede resultar explosiva. Es una situación alucinante si no fuera porque viene de personas que yo creo no tienen el nivel mínimo exigible para desempeñar su puesto de responsabilidad”, algo que también puede servir para enjuiciar la actitud de algunos responsables del PP regional que, el pasado lunes, entregaron la cabeza de José Luis González, actual alcalde y candidato a la reelección en Galapagar, en bandeja de plata a José Tomás Román, presidente del partido en esta localidad, para que éste, a pocas horas del cierre del plazo de presentación de las listas, lo sustituyera por Pablo Gómez, un joven independiente de la localidad sin ningún pedigrí político, todo lo contrario que González, un hombre de partido con mucha experiencia como concejal, ahora convertido en cabeza de turco por dos motivos: no aceptar que otros le dijeran cómo tenía que regir los destinos del Ayuntamiento y negarse a quitar de su lista a varios compañeros del actual Ejecutivo que, según los rumores, no le caían simpáticos a José Tomás. Hechos similares a los que provocaron el cese, disfrazado de dimisión, de Julio Henche, pues éste, una vez nominado candidato a la Alcaldía de Villalba, tampoco aceptó que Génova le colocara entre los primeros puestos de su lista a un paracaídista o comisario político.
Y como habíamos empezado hablando de bebidas refrescantes, yo les recomiendo a nuestros políticos que sean más prudentes a la hora de tomar este tipo de decisiones y en caso de duda lleven a cabo sus experimentos con Casera, bebida espumosa y nacional con bastante aceptación a la hora elaborar algunos tipos de combinados, porque así se evitarían los problemas que ahora van a tener que lidiar los socialistas de Valdemorillo, sumidos desde hace días en la crisis más grave de la historia de la agrupación local, sobre todo tras la reciente presentación por parte de una treintena de militantes de una moción de censura contra la actual Ejecutiva, y tampoco el PP correría el riesgo de perder las próximas elecciones en los dos municipios más importantes de la Sierra en cuanto a número de habitantes, como es el caso de Collado Villalba y Galapagar.
Una cosa es predicar y otra dar trigo
Pero los desatinos preelectorales no quedan aquí, ya que también se extienden a las cúpulas de las formaciones independientes, donde se suelen cometer bastantes fallos que en ocasiones ponen en peligro la credibilidad de sus responsables. Ahí tenemos a APIC, partido liderado por la actual alcaldesa de Colmenarejo, Isabel Peces-Barba, quien en mayo de 2005, al ver peligrar la Alcaldía por un presunto pacto entre los cinco ediles del PP y los tres expulsados del PSOE, formó con socialistas e IU la plataforma denominada por la Legalidad Democrática de Colmenarejo, donde se tipificaba como tránsfuga a aquellos concejales que no devolvieran las actas cuando se marchaban de su partido o eran expulsados del mismo. Pues bien, ahora, haciendo bueno el dicho de donde dije digo digo Diego, APIC ha incluido en el número seis de la candidatura de Peces Barba al ex edil del PP Ángel Luis Martínez Alcaraz, quien abandonó esas siglas antes de que este partido le abriese un expediente disciplinario de expulsión. Ah, y tampoco entregó su acta de concejal.