Opinión

El Valle de los Caídos, cuando la verdad resulta sonrojante

Fernando Paz (*)

El Faro | Miércoles 18 de mayo de 2016

Hace unos días, un juzgado de San Lorenzo de El Escorial, autorizó la apertura de los osarios de la Basílica del Valle de los Caídos contraviniendo los acuerdos adoptados por Patrimonio Nacional y frente a la evidencia de que las personas cuyos restos reclaman, no figuran en ninguno de los listados de traslado a estos enterramientos, ni tan siquiera con el mapa de losas elaborado por el Ministerio de Justicia.

Además, la búsqueda de los columbarios para su identificación supondría la manipulación de otros restos humanos, lo que violaría los derechos de los familiares de estos, incurriendo en un delito de profanación tipificado en el artículo 526 del Código Penal. Los informes forenses, como ha recordado la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, han dejado clara la imposibilidad de identificación por su ‘complejidad’ extrema dado el elevado número de individuos, la ausencia de controles definitivos en los columbarios, lo que supondría un “estudio antropológico muy completo por el elevado número de individuos y mezcla de restos óseos”.

A la vista de los argumentos, la pugna debería darse por cerrada. Y, sin embargo, no es así porque, en definitiva ¿quién ha dicho que lo que aquí importa sea la razón?
Parece ser que la reclamación no es más que el enésimo ataque por parte de las asociaciones de Memoria Histórica, en una obscena utilización de las víctimas que solo busca reabrir la polémica. Una interesada polémica alentada, a su vez, por ciertos desahogados -sí, en su día davices contra goliaths, hoy perezosos bufones- acaso porque la vida les sería insoportable sin la permanente adulación de los hierofantes.
(*)- Historiador, profesor y escritor