Félix Alonso
El Faro | Viernes 11 de septiembre de 2015
En una entrevista que le hacían al actual portavoz del PP en el ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial allá por 2003, éste decía lo siguiente: “Nadie merece más que Alberto Ruiz Gallardón que ponga su nombre en el Auditorio”. El grupo socialista le reprochaba en un pleno de primeros de diciembre de aquel año que esas declaraciones se enmarcaban en un contexto de “baja calidad democrática”, rogando que no se pusiera a edificios públicos el nombre de personas que desempeñaran actividades en esos momentos y mostrando su preocupación por el hecho de que lo público se convirtiera en propaganda política, al tiempo que hacían la propuesta de que se llamara ‘Tomás Luis de Vitoria’.
El argumento para darle este nombre se basaba en varios presupuestos: el nacimiento en un pueblo cercano (Sanchidrián); que su música traspasó las fronteras del renacimiento polifónico para anunciar ya la expresividad barroca; y que el padre agustino Samuel Rubio trabajó en poner al día muchas de sus composiciones. Algunas, como el Offictium defunctorum, compuesta con motivo de los funerales de la emperatriz María de Austria, es una de las más vibrantes músicas que uno puede escuchar en los días otoñales que se avecinan. Así pues, el nombre tenía todos los ingredientes: música polifónica a la altura de Palestrina, serrano, estudiado por un agustino de prestigio y una composición para una hija de Carlos V, cuyo hijo Felipe II iba a tener la feliz idea de hacernos el Monasterio. No sabemos qué pasó, pero el Auditorio pasó a llamarse simplemente de San Lorenzo de El Escorial, seguramente porque a Gallardón no le pareció bien que usaran su nombre.
Viene a cuento esto por la moción conjunta que presentaron todos los partidos para solicitar poner nombre al Auditorio. Nadie puede poner en duda a estas alturas la calidad personal y musical de la mezzosoprano Teresa Berganza, y me parece bien la propuesta, pero la moción me suscita algunos comentarios después de ver la entrevista a Manuel Castells que le realizó Pablo Iglesias en su programa. La pregunta es obvia: ¿ha sido una decisión adoptada de abajo hacia arriba, utilizando las redes de participación e implicación política? ¿O por el contrario ha sido una decisión a la vieja usanza? ¿Se tenía que haber abierto un debate público? A nosotros -pero no somos nada, como muy bien decía Jorge Riechmann en un poema dedicado a Manuel Sacristán- nos parece que es mejor dar el nombre a los que murieron para que nada nos tengan que agradecer ni ofrecer. Otro comentario es la falta de referencias políticas que tienen algunos concejales, en este caso los del PSOE, que al menos podían haber planteado que sus compañeros, en su día, presentaron una alternativa, e incluso haberla defendido.
Y aprovechando que hablamos de un pleno, rogaría que alguien fuera capaz de parar al insufrible jurídico del PP (lo tendría que hacer Francisco Herráiz, pero le vemos a la defensiva), que Esteban Tettamantti (Sí Se Puede) no haga de oposición frente a Izquierda Unida o que a Ciudadanos no se le vea tanto la ‘patita’. En fin, si me lo permiten, tres plenos fallidos.