El Faro | Jueves 09 de julio de 2015
La apertura de los comedores escolares durante el verano para atender a los niños de aquellas familias en situación de exclusión social se ha convertido en uno de los grandes temas de las últimas semanas, lo que viene a confirmar lo que desde hace tiempo es un hecho: la época de los grandes proyectos y de inversiones millonarias ha pasado a un segundo plano, de manera que el foco se centra ahora en las personas. En realidad, así debería ser siempre, y también es justo decir que en algunos casos iniciativas similares se vienen desarrollando desde hace años con el fin de atender las necesidades de esos menores más desfavorecidos. La apertura de los comedores escolares, como está ocurriendo estos días en distintos municipios de la Sierra, puede parecer un hecho menor, pero los grandes avances han de hacerse sin duda a través de pasos como éste, acercando los recursos públicos a quienes más lo necesitan.
En cualquier caso, no se trata de que unos u otros se cuelguen la medalla, ni tampoco de inundar las redes sociales con mensajes populistas pidiendo que el dinero de tal o cual partida se destine a emergencia social. También en este caso es necesario emplear el sentido común, actuando ahora de manera urgente y elaborando luego unos presupuestos equilibrados y justos, que tengan en cuenta la realidad de esas familias que peor lo están pasando. Pero de nada valdrían estas medidas si no vienen acompañadas de otras a medio y largo plazo que contribuyan a dinamizar la economía y a crear puestos de trabajo.
El mejor remedio para evitar que el número de personas en riesgo de exclusión social siga aumentando es conseguir reducir el desempleo, luchando además por unas condiciones dignas para los trabajadores. A eso han de contribuir decisivamente las distintas administraciones, porque esa es la mejor receta para combatir la desigualdad. Poner en marcha planes de empleo y desarrollo que vayan más allá de las buenas intenciones ha de ser el gran reto para los próximos años, implicando a todos los sectores de la población, porque es obvio que en el corto plazo hay que actuar con determinación y premura para atender las necesidades de no pocas familias que no pueden esperar más, pero hacerlo sin trabajar además en esa dirección que apuntábamos sería únicamente poner un parche. Y las dimensiones de este problema demandan soluciones que vayan más allá del zurcido.