Opinión

La amistad y la política

Carmen Martínez

El Faro | Jueves 25 de junio de 2015
Una amiga mía, mayor de edad, excelente profesional y buena compañera, me sorprendió hace pocos días con sus palabras angustiadas. “¡De verdad que no puedo entender que gente que yo considero normal pueda votar hoy al PP!”. Renuncié a contestarle que yo no puedo entender que gente que yo también considero normal pueda votar a Podemos, por ejemplo, porque su gesto era tan sincero y su ansiedad tan verdadera que me tuve que tragar mis palabras en un raro gesto, en mí, de prudencia.

Días más tarde, en una concurrida reunión, un ciudadano ejemplar, laborioso y honrado, de esos miles anónimos que levantan nuestra tierra a fuerza de imaginación, trabajo, pocas palabras y mucha eficacia, comentaba que los políticos, todos, viven en un mundo aparte y que lamentablemente no se enteran de qué va la cosa.

Y es que media España recela de la otra media. Todavía las formaciones emergentes, que parecían una cura segura para evitar el enfrentamiento bipartidista, sólo han coincidido en el extraño desatino de las alianzas incomprensibles, líneas rojas que ya no lo son y a descubrimientos alarmantes propiciados por las chivatas redes sociales que, un día tras otro, ponen de manifiesto la extraña imagen de que si unos chantajean, los otros son chantajeados.

La solución está en nosotros. En los ciudadanos que con sufrimiento y coraje estamos logrando con nuestra lucha macroeconómica la mejora tan cacareada de la macroeconomía. Me estoy refiriendo a todos los que conformamos esta España plural, hecha de gente que incluso pueda ser normal, aunque vote a formaciones a las que nosotros nunca votaríamos. Y esa es la renovación que necesitan los partidos. En lugar de alentar el enfrentamiento, disculpar conductas que ofenden, ametrallar las redes sociales con insultos de mal gusto, amenazas al adversario o de cambiar las caras sin renovar las conductas, que es lo que verdaderamente se necesita para que todos podamos entender que cualquiera puede votar a cualquiera. Y concluyo: es imprescindible que nuestros políticos sean capaces de transmitir empatía y diálogo para que muchos podamos entender que cualquiera puede votar a cualquiera. Y, lo que aún es más importante: seguir siendo amigos.