El Faro | Lunes 11 de mayo de 2015
José Tomás dio un recital de toreo en su vuelta a Aguascalientes, el mismo escenario donde cinco años atrás su vida había prendido de un hilo como consecuencia de la cornada del toro Navegante. El 2 de mayo cambió el guión de su destino y la plaza de la capital hidrocálida se llenó para ver al mito de Galapagar. No defraudó en una tarde memorable.
Dos orejas cortó a un excelente toro de Fernando de la Mora premiado con el arrastre lento. Se pudo disfrutar de la mejor versión de José Tomás: la perfección del toreo, muy lento, cadencioso, toreando con las yemas, acariciando las embestidas en una borrachera de profundidad y clase, con las plantas atornilladas en la arena. Un espadazo en lo alto dio paso a las dos orejas.
José Tomás ya había saboreado el éxito con el toro de la reaparición, un astado de Los Encinos áspero y brusco. Domó a la bestia para luego dar una lección de valor y bragueta. Un pitonazo recibió y unos molinetes encadenados finales tuvieron mérito. Hundió la espada sin contemplaciones pasa pasear la primera oreja.
Muy cerca estuvo de lograr otra del sexto -la corrida era en mano a mano con Zotoluco-, pero el toro se rajó pronto. Corrió la mano en naturales interminables y con profundidad y temple. Antes le había toreado soberanamente bien en lances marca de la casa, meciendo los vuelos del capote hasta más allá del infinito. José Tomás renació después de verse muerto en la arena de esa plaza. La resurrección del mito fue un hecho con tres orejas y el impacto para toda la ciudad de México, un país que le adora y donde pasa largas estancias.