Opinión
JAIME FRESNO | Viernes 24 de abril de 2015
No se le pueden echar más ingredientes al derbi de este domingo en el Municipal de El Chopo. Si acaso quitarle uno, la lluvia, porque la previsión apunta a una tarde inestable de primavera. El último duelo entre dos equipos serranos en la cumbre de Preferente se remonta al siglo pasado, con aquel memorable pulso entre el Atlético Cercedilla y el CUC Villalba, también con la Tercera División como objetivo. Las batallas quedaron en empate, con una victoria para cada uno; la guerra fue para el Cercedilla de Miguel Colón, Juan Nieto, Damián...Una delantera magnífica, por eficaz y vistosa, que superó a un Villalba, como el de ahora, diseñado para no fallar en su objetivo. Pero hasta ahí las similitudes. El Galapagar no es el Cercedilla porque le cuadruplica la nómina de jugadores de la casa, la amplia mayoría haciendo un curso acelerado de qué es la Preferente, y en el que sacan de sobresaliente para arriba cada domingo. El grupo de David Muñoz nada tiene que perder porque se mueve en máximos históricos y ha encandilado a su gente; el Villalba, no. Suya es la presión del favorito y es ahora cuando está respondiendo a las expectativas, justo a tiempo de, incluso, poder discutirle el título de Liga a un Aravaca que no acaba de sentenciar.
La presión del Galapagar es la que él mismo se ponga, tras sumar hace semanas los 40 puntos de la permanencia, su principal objetivo. David Muñoz admitió esta semana que perder ante el Villalba es decir adiós al ascenso, porque serían siete puntos a remontar con sólo cinco jornadas por delante, y en una fase del campeonato en la que las mejores plantillas han alcanzado su velocidad de crucero. Si se mira a Tercera División, el derbi es una final para el Galapagar, mientras que para el Villalba, con el Aravaca como siguiente visitante del Municipal, el partido es más matizable, visto desde el segundo
puesto en solitario. El Unión llega en su mejor momento, porque son seis jornadas sin conocer la derrota -14 puntos sumados, y porque, más allá de los números están las sensaciones: su juego ha recuperado vuelo, su once titular es reconocible, y sus hombres más desequilibrantes, Fabio y Seidel, llegan muy afinados.
El equipo emite señales muy distintas desde que decidió salir de la tortura del césped natural de la Ciudad Deportiva. “Era ir a entrenar y pensar: bueno, vamos a ver quién se lesiona hoy. Ahora, yo me noto en las piernas que estoy muy bien, y a ninguno nos ha vuelto a pasar nada”, decía esta semana Linares. Desde ese punto de vista, el físico, el partido será sumamente interesante. Es un aspecto en el que todos han coincidido en alabar al Galapagar y en criticar al Villalba, varias veces sin fuelle en los segundos tiempos. No hace mucho, era lógico establecer comparaciones en las diferencias de ritmo de partido entre lo que se veía en El Chopo y lo que se apreciaba en la Ciudad Deportiva, aun admitiendo las diferencias de superficie y estilo. Hoy, la respuesta del Villalba, en casa ante Las Rozas y
Moratalaz, y en el campo del Tres Cantos, señalan que algo ha cambiado, a falta de que el derbi aclare definivamente esa percepción. Y por encima de todo ello está el cerebro del Galapagar, Nacho
Martín, un hombre que ha sido titular en los 28 partidos de Liga. Un caso extraordinario que, además de ser el emblema de la exuberancia física de los arlequinados, ha dado puntos con sus goles y asistencias. Un ídolo para la afición de El Chopo, que presumiblemente se llenará a reventar para dibujar un decorado a la altura de un derbi en la cumbre. Un partido del que la Sierra llevaba huérfana
demasiados años.