El Faro | Viernes 13 de marzo de 2015
No es habitual que en un año se concentren elecciones municipales, regionales y nacionales. En España los calendarios electorales son imprevisibles.
Tras las últimas reformas de los estatutos de las comunidades autónomas, que dan competencias a los gobiernos regionales a disolver sus parlamentos, solo el calendario de las elecciones municipales tienen fecha fija (mes de mayo de cada cuatro años). Lo de este 2015 es una excepción. Ya hay convocadas tres elecciones (andaluzas, municipales-autonómicas y catalanas) y puede que incluso se celebren las generales si el presidente Rajoy no decide aplazarlas hasta comienzos del próximo año.
Dicho esto, cabe preguntarse si sería bueno que algunas de estas citas electorales coincidan con la misma fecha. Esgrimir el argumento que con ello se ahorrarían gastos de campaña parece razonable, pero no es realista, ya que los calendarios se ponen en función de estrategias partidistas. Por ejemplo, la decisión de convocar las elecciones andaluzas el 22 de marzo, renunciando a que coincidan con las municipales, parece responder al hecho de que el PSOE considera que así le beneficia más, al impedir que IU pueda recuperarse del shock de la ruptura de Gobierno y dificulta a Podemos para crear una estructura sólida en Andalucía. También evita que el PP pueda movilizarse en torno a un candidato (Moreno Bonilla), que no demuestra el liderazgo necesario para ganar estos comicios. Además, Susana Díaz tiene la posibilidad de atribuirse un triunfo sin tener que compartirlo con nadie de su partido, y así poder presentar sus credenciales para disputarle las primarias a Pedro Sánchez.
Obviamente esta es una jugada de alto riesgo pues, si no obtiene una mayoría holgada (superior en diputados a los que tiene actualmente), se vería en dificultades para formar gobierno en Andalucía (tras la ruptura del co-Gobierno y del deterioro de las relaciones con IU); además en ese caso, le sería difícil a Susana Díaz presentarse como alternativa a liderar el PSOE a nivel nacional.
Estos son los cálculos estratégicos que suelen hacer los partidos políticos a la hora de decidir la fecha de unas elecciones. Por eso las fechas elegidas son buenas o malas en función de esos cálculos, aunque se revistan de otros argumentos, como los intereses de los ciudadanos o cosas así, que cada vez son menos creíbles.