Opinión

¿Por qué no hablamos en casa?

Carlos Barcón

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
George Bernard Shaw, escritor inglés, premio Nobel de Literatura en 1925, refiriéndose a las mujeres, dejó escrito que “ellas habrán perdido el arte de la conversación, pero no la capacidad de hablar”. Y este es un hecho que empieza a fallar en nuestra sociedad, y sobre todo, en el seno de matrimonio: ya no se habla en el hogar.

Prácticamente ha desaparecido la conversación familiar, salvo en las consabidas excepciones. Y de que suceda esto le debemos echar la culpa a la fatiga social, al abuso de la radio, a la televisión, al teléfono móvil, a las salidas demasiado frecuentes de la casa, al trabajo, al no tener trabajo, a la dichosa política... Poco importan las causas, digo yo. El hecho es que no se habla en casa. Una joven casada nos decía hace poco: “Si quiero conocer lo que piensa mi marido tengo que escuchar lo que cuenta a sus amigos. Entonces expone sus opiniones, discute sus ideas, hace brillar alegremente las facetas del espíritu, aunque ya de retorno a casa cae en el mutismo más completo”. Y añade: “Hay algo humillante para mí en esto: que no puedo comprender a mi marido. Si, a mi vez, intento interesarle en lo que he hecho o dicho durante el día, se refugia en la televisión o detrás de un periódico desplegado. Si insisto, me responderá, poco más o menos, que tiene otras preocupaciones”.

El hombre suele calificar a la mujer de charlatana, pues, por regla general, gusta menos de hablar de las pequeñas nimiedades de la vida corriente, enfocando los temas, en general, de carácter futbolístico, político o empresarial. Cuando ella le cuenta y habla de las dificultades que le han causado sus tareas o sus niños suele decir: mi mujer se queja todo el tiempo. Lo que no apercibe en su necesidad de exteriorizarse en el deseo que ella tiene de sentirse sostenida y aprobada por él.

Cada cual espera del hombre amado que conceda un valor a lo que ella ha hecho, dicho o pensado, mientras estaba alejada de él. Pero, como digo, ya no se habla en el hogar y todo un mundo de pensamientos, de sentimientos no expresados, cae en el silencio como una piedra en el fondo de un pozo.