Opinión

En nombre del progreso

Tribuna

José M. Hernández Urbano

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Los que por razones de edad hemos sido testigos directos de las barbaridades cometidas en las ciudades en aras de una manipulación sin límites del concepto “progreso”, jugamos con la ventaja de poder comparar cómo eran nuestras ciudades antes y cómo son ahora.

En la década de los 50 y 60, vimos como destrozaban los paseos y los bulevares para dar paso al progreso, al todopoderoso automóvil, a la vez que se daba la espalda a un modo de transporte limpio y ecológico como era el tranvía y los trolebuses, dando paso al transporte colectivo en autobuses. Hoy nos lamentamos. Se eliminaron porque molestaban al progreso, eran un peligro para los utilitarios. Aquéllas calles antaño tranquilas se llenaron de asfalto, de angustia y contaminación. Nunca más volvieron a ser lugar de encuentro y relación entre los ciudadanos, nunca más.

La impresión general permite pensar que se desea que la calle se especialice, cada vez más, en ser lugar de paso de vehículos motorizados, abandonando el lugar multifuncional que fue en otros tiempos.

En nombre del progreso, a mediados de los 60, algunos alcaldes tuvieron el atrevimiento, por no decir desfachatez, de colocar el primer scalextric en una de las plazas más emblemáticas de Madrid, en la plaza de Atocha (antigua compañía MZA) y cerca del bello edificio del Ministerio de Agricultura. Este ensayo dio resultado y los pasos elevados se extenderían por toda la capital. Eran tiempos en los que no se hablaba de impactos ambientales, ni de derechos ciudadanos; eran tiempos de silencio. A la nefasta política de los scalextric, que fueron desmontados en su mayoría, le siguió otra similar, ocurrencia también de algún alcalde, pero esta vez a base de perforar el subsuelo, es decir, construyendo túneles. Los problemas de congestión son los mismos, se trasladan de un sitio al otro, pero subsisten.

Hoy, la inmensa mayoría de las ciudades europeas se enfrentan al problema generado por la invasión y apropiación de nuestras calles por los automóviles. Se intenta recuperar las ciudades para sus legítimos dueños, que no son otros que los sufridos ciudadanos. Y así vemos cómo se peatonalizan calles, cómo se agrandan las aceras, cómo en cientos de lugares vuelven los tranvías y, sobre todo, cómo se ponen límites a la ocupación del espacio público por parte de los automóviles.

Nadie discute que el automóvil no deba tener un lugar en el concierto de los diferentes modos de transporte, pero no tiene que ser necesariamente preponderante. Por eso lamentamos que el único bulevar que existía en Villalba haya sido descuartizado para gozo y disfrute del tránsito rodado.
¿Qué podemos hacer? Si facilitamos la entrada de vehículos en las ciudades, si construimos túneles, pasos a distinto nivel, ¿estamos solucionando el problema o lo estamos agravando?.