El maestro José Tomás
ALFREDO FERNÁNDEZ | Viernes 12 de diciembre de 2014
José Tomás firmó una temporada de tres tardes en la campaña 2014. Posiblemente no se pueda definir como tal, sino como tres acontecimientos de mucha repercusión y pasión. Granada, León y Málaga fueron las plazas señaladas por el torero de Galapagar. Junio y agosto fueron los meses elegidos. Argumentos totalmente diferentes en cada una de ellas. Todo medido y apuntando a Málaga, coso de primera categoría, como puerto más alto en el listón de exigencia. No se le puede negar que su gran compromiso está siempre presente. En Málaga y Granada subió el nivel de presentación del toro, un punto o dos por encima de lo que habitualmente sale por los toriles de esas plazas. No sucedió igual en León. Nadie le puede enturbiar ese compromiso, cualquier revés es motivo de apretar el gatillo de las escopetas cargadas. La independencia y la libertad que abandera José Tomás tienen su precio.
Es innegable que en alguna feria se ha echado en falta su presencia, la Fiesta está huérfana de una figura de su tirón, que acabe el papel en la taquilla y desate emociones. José Tomás tiene la llave para que la Tauromaquia golpee en esta sociedad que le da la espalda sin miramientos.
Precisamente se guardó el toreo grande para su última actuación, la del 23 de agosto, en el mano a mano que dirimió en Málaga con el rejoneador Hermoso de Mendoza.
Los aficionados que llenaron la plaza de la Malagueta gozaron y soñaron con su toreo. Fue una tarde grande, rozando la perfección y enloqueciendo a los tendidos. El José Tomás de siempre, en estado puro. No fueron faenas de sobresaltos, todo lo contrario, porque el maestro hizo el toreo, sencillamente. Su gran obra fue ante un colorado con el hierro de Parladé que cerró el festejo. La profundidad y la pureza del torero madrileño salieron a flote para redondear una faena impresionante sobre ambas manos. Contribuyó el gran astado para trazar pasajes de gran hondura y expresión que levantaban clamores. Dos orejas. Pero la tarde agosteña se saldó con un botín de tres. Antes, se la había arrancado a un toro serio y con cuajo de Victoriano del Río en una faena de otro palo. Fue el José Tomás de parar el tiempo y de torear con las yemas de los dedos y la despaciosidad de los elegidos. Antes de montar la espada, se arrancó el cante desde el tendido para endulzar una faena de paladares sabrosos.
Valor, coraje y superación
La historia de este tour había arrancado en la feria del Corpus de Granada, en una tarde donde se colgó el cartel de no hay billetes. Sábado 23 de junio, casi acabado el maratón isidril, peregrinación de aficionados en la primera cita del torero. A su reclamo, la plaza se llenó las tres tardes. Curiosamente, el empresario Simón Casas anunciaba recientemente que dejaba de gestionar Granada, parece que las cuentas no acabaron de cuadrar.
Volviendo al hilo conductor, ésta fue una tarde dramática y épica donde José Tomás ofreció la versión del valor, coraje y superación que ha acrecentado su leyenda. Las tres orejas quizá fueran casi lo de menos. El galapagueño volvió a nacer ante las astas de un torazo de mucho cuerpo de Victoriano del Río. Una faena de mucha verdad y exposición, de encaje y de cimientos sólidos y firmes. Perdió la cara Tomás y el toro le atrapó y zarandeó como un muñeco en una espeluznante secuencia que dio la vuelta al mundo. Se mascó la tragedia con el cuerpo inconsciente del torero en la arena. Se lo llevaron hasta la enfermería para regresar al ruedo por su propio pie como si nada hubiera pasado. Brutal el torero. Derroche de una entrega sin miramientos. Se había mascado el drama y regresó a la cara del toro como si aquello no fuese con él. Bárbaro este hombre. Se desató la locura y la emoción fue impresionante. Dos orejas a su generosidad y por conquistar la pasión.
Entre medias, una insulsa tarde en León. 24 horas después de Granada. La única tarde escogida sin tino. Feria de San Juan. Todo seguido, sin respiro, algo raro en la planificación de su temporada. Con una tremenda paliza en su cuerpo y arrastrando las secuelas del día anterior. Fue una tarde de calma chicha, en un cartel bonito con el maestro Juan Mora e Iván Fandiño. Sobraba papel en taquilla en las horas previas. La plaza se acabó llenando, sin más.
La gente salió un tanto decepcionada. No prendió la mecha con sendos lotes de Garcigrande y El Pilar que no ayudaron. Faltó emoción. Un oreja en una faena salpicada de buenos instantes, pero sin rotundidad. Hubo que esperar hasta agosto para que José Tomás se sacara la espina. Málaga y Granada en el recuerdo. Grande el torero, pero se quiere alguna tarde más. Eso siempre.