F. Gregorio López
El Faro | Jueves 27 de noviembre de 2014
Después de meses viviendo una sobredosis de Podemos en los medios de comunicación, sólo una semana después de dotarse de estructura como partido político y de elegir a sus cargos, cuando todavía no han ganado nada, sólo unos pocos escaños de eurodiputados y, eso sí, muchas encuestas, resulta que sus caras más visibles hasta ahora, esos mismos que se han hartado de denunciar a “la casta¨y sus fechorías, ahora parece que son ellos los que tienen que esconderse.
Primero ha sido el caso de Íñigo Errejón, una de las caras más reconocibles de Podemos, doctor universitario al que ahora la Universidad de Málaga ha abierto expediente para saber si hace o no el trabajo por el que cobra 1.825 euros brutos al mes. Además también hay que aclarar si podía o no cobrar de la universidad al mismo tiempo que también cobraba de los trabajos realizados para su partido, sin haber pedido previamente la correspondiente compatibilidad, que le habría acarreado, por lo menos, una disminución del sueldo.
Comparado esto con otros enormes casos de corrupción, lo de Errejón podría considerarse una minucia, pero aún así no deja de ser significativo, en primer lugar porque uno roba lo que puede, cuando puede y donde puede. Como ya se sabe, quien no es de fiar en lo poco, poco se le puede confiar lo mucho, además de que quien se dedica a denunciar y a acusar públicamente a los demás, debe ser él mismo mucho más limpio que a los que denuncia. De todas formas, lo de Errejón debe ser todavía aclarado y tampoco me parece justo lapidar a nadie antes de tiempo.
Mucho más sintomático y grave puede resultar lo de Pablo Iglesias y Tele 5. ¿A qué tiene miedo, de pronto, quien lleva meses acaparando horas y horas de televisión, no sólo en cadenas generalistas españolas, sino también en programas que él mismo dirige y presenta como La Tuerka o Fort Apache?. Es bastante curioso que, de pronto, no quiera someterse al mismo formato televisivo al que ya se han sometido por ejemplo, Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, o el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez.
Los mediáticos líderes de Podemos en general, y su secretario general en particular, han demostrado sobrada capacidad dialéctica para fajarse en todo tipo de televisiones o tertulias políticas, en las que se mueven como el pez en el agua. El propio Pablo Iglesias se sometió hace poco a un intensivo cara a cara con la incisiva Ana Pastor en La Sexta. No es por tanto razonable pensar que tenga ningún temor a debatir con varios periodistas de Tele 5 por muy ácidos y contrarios a sus ideas que estos puedan resultar. Así pues, es lógico pensar que lo que de pronto ha cambiado no es otra cosa que la posición de Podemos, porque no es lo mismo predicar que dar trigo, llamar que salir a abrir, porque Podemos ya haya pasado de la fase facilona de criticar lo criticable -y bien fácil que se lo han puesto los políticos de “la casta”-, a la de tener que empezar a plantear seriamente qué es lo que Podemos pretende hacer una vez conseguido el Gobierno.
La Venezuela de antes de Chávez era una nación democrática, aunque con unas insoportables cotas de corrupción. Hoy, tras la Revolución Bolivariana tan alabada por los líderes de Podemos e incuestionablemente democrática, al menos en su principio, Venezuela es un país infinitamente peor que antes en todos los aspectos. Lo mismo que la Persia de antes de la revolución, con todos sus defectos, era infinitamente mejor que el Irán islámico de hoy, propietario por cierto de una televisión para la que trabaja el mismo Pablo Iglesias.