OPINIÓN
ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
Que el toreo está prácticamente dominado por la Casa Matilla no es ningún secreto. Toño es un portento, habilidoso, y sabe muy bien tocar los palillos para controlar los carteles de muchos empresarios y ayuntamientos. Apoderado reconocido de Manzanares, Padilla, El Fandi y el rejoneador Diego Ventura, porque sin reconocer tiene a una buena comparsa. Luego tiene un engranaje perfecto y muchos ‘adjuntos’ que trabajan para sus servicios.
Con la vorágine de la temporada serrana no hemos tenido espacio para rendir protagonista, digo protagonismo, al nuevo “empresario emprendedor”, como así se ha autodefinido en un portal taurino. No referimos a Tomás Entero, que durante los días 4 y 5 de octubre montó dos corridas de toros en La Coruña tras ganar un concurso donde, dicho sea de paso, sólo se presentó el. La verdad es que tiene su mérito, y más si cabe al anunciar a la mayoría de los toreros de Matilla: actuaron El Fandi, Ventura, Padilla y dos toreros muy ligados a esta casa como son Abellán y El Cordobés.
Dar toros en esta bonita ciudad gallega tiene su mérito, su riesgo, más con la premura que se hizo todo y con unos resultados económicos que desde luego nadie sabe todavía quién acabó pagando. Sin un euro de subvención municipal, con entradas que no rozaban la media entrada, las cuentas no acaban de cuadrar.
Puestos así, es tiempo de dar la enhorabuena, pero me asalta una duda: no sé si otorgársela oficialmente al de Colmenarejo, que en esta vida hay que ser coherente, o echar lisonjas al gran Toño Matilla por ser capaz de meter a todos sus toreros, quitando a Manzanares, y a otros dos que le son muy afines. Es un crack. De todas formas, el de Colmenarejo tampoco es ningún primo y de igual manera que es capaz de organizar la corrida de toros de la feria de Cercedilla sin decir esta boca es mía, sin figurar, aunque manejando el pastel; eso sí, hasta que apareció el micrófono de su fiel amigo de Telemadrid para decir “aquí estoy yo”. Si hizo eso, lo mismo fue capaz de convencer a Toño para que los percebes valieran en La Coruña al precio del cangrejo, que en esto del toro todo es posible, pero miren que con Toño la cosa no cuela. Más de un percebeiro, y no era gallego, ha acabado cayendo a la mar y buscándose la ruina para siempre.