José J. León
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Todo está politizado en España y los políticos no tienen más horizonte que las próximas elecciones generales. Es un error que se esté padeciendo, de un modo extremo y ridículo, por los efectos pasados, presentes y futuros del ébola. Ahora, cuando estoy escribiendo este artículo, donde tanto hay en juego para la salud y la economía (es decir, para el futuro de todos los españoles), lo más importante en este país parece ser que Teresa Romero pueda sobrevivir, que no haya contagios y que se frene la propagación del virus, así como prevenir la aparición de otros casos, algo bastante lógico. A tal fin, lo que importa, es lo que digan los médicos especialistas y los científicos. Es verdad que puede haber responsabilidades políticas, como las puede haber individuales, pero tenemos un problema grave y lo primero es solucionarlo. No se ayuda creando alarma y hundiendo la imagen de España.
En EE.UU también tienen una enfermera contagiada, pero seguro que el comportamiento de los americanos va a ser bastante diferente. Aquí todo se analiza en la clave que conviene. Para la oposición su objetivo fundamental pasa por erosionar a Mariano Rajoy y forzar la dimisión de Ana Mato que, por cierto, ahora es presentada solo como ministra de Sanidad, omitiendo ¿intencionadamente?, que también lo es de Políticas Sociales e Igualdad, áreas en las que, al menos hasta ahora, se le ha venido dando más importancia que a la Sanidad, de ahí el nombramiento de Ana Mato.
Y tal vez por eso, el jefe de la oposición, el economista Pedro Sánchez, ha pedido que el comité del ébola esté presidido por Mariano Rajoy, registrador de la propiedad antes de dedicarse a la política. Sin embargo, lo que interesa es tener un comité científico con los mejores especialistas, con los cracks del ébola. Esa es la opinión que vale.
Pero como la política lo abarca todo, a la hora de las responsabilidades le endosa hasta las que no son suyas. Después de que se intentara implicar a la ministra de Fomento en un accidente de tren ocurrido hace un año en las inmediaciones de la estación de Santiago de Compostela, en el que el maquinista circulaba mucho más rápido de lo permitido, cualquier día pedirán la dimisión del ministro del Interior por un accidente de tráfico cometido por un conductor borracho. Claro que también contribuyen a este sinsentido algunos bocazas, como el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, que culpó a la enfermera contagiada por el virus del ébola el mismo día en que se agravaba su estado.
En fin, sería bueno que estos críticos, antes de hablar, esperen a ver qué pasa. Y es que calladitos estarán mucho mejor.