Opinión

Gallardón y su puerta giratoria

Joaquín Abad

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Pues eso, que Alberto Ruiz Gallardón dimitió de ministro diciendo muy compungido que abandonaba la política, aunque más tarde figurara como nuevo miembro permanente del Consejo Ejecutivo de la Comunidad de Madrid. Un trabajo que consiste en una reunión semanal, y un sueldo de 8.500 euros mes. Porque nuestro padres de la patria, esos que vienen chupando salarios millonarios de los presupuestos generales del Estado, mientras los demás mortales trabajan en serio, son lo que de verdad tienen arruinada esta España que no saldrá de la crisis mientras los gallardones, aznares, felipes, acebes, leires, sigan cobrando miles y miles de euros mensuales sin dar palo al agua.

Y como los que gobiernan dejan todo atado y bien atado para cuando abandonen el cargo, pues el señor Ruiz Gallardón gozará, de por vida, de coche oficial, chófer oficial, despacho oficial y secretaria oficial, a cargo de la Comunidad de Madrid. Casi nada. Así, por encima, esto va a suponer un gasto superior a los 30.000 euros mensuales que pagaremos al ex alcalde, ex presidente regional y ex ministro.

Porque éste político que nos sorprendió a todos declarando que dejaba el ministerio de Justicia y la política para iniciar una nueva etapa en la vida privada, no dijo ni pio de que a los dos días pasaría a ser miembro de un Consejo de la Comunidad de Madrid, creado por él y dotado de un sueldo de 8.500 euros, por no hacer nada. A ello debemos añadir coche, chofer, despacho y secretaria.

Y como estamos en un país con una prensa domesticada, o con unos periodistas bobos o tontos del culo, pues a ninguno se le ocurrió preguntarle a Ruiz Gallardón en aquella rueda de prensa por los dineros que a partir entonces iba a cobrar de las administraciones, y qué prebendas tenía reservadas tras su alejamiento de la política. El titular del día siguiente debería ser: “Gallardón seguirá costando a los españoles cerca de treinta mil euros al mes”. Tenemos desde hace años a una prensa domesticada que no investiga, salvo honrosas excepciones. Que en las ruedas de prensa hace preguntas cómodas que agradece el entrevistado. Periodistas a los que muchas veces escuchamos: “tiene algo más que decir”, claro, y el Gallardón de turno, sonríe y se luce. Así nos va, claro.