Opinión

Un sistema bloqueado a cal y canto

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La situación por la que atraviesa España y su declive evidente no es fruto de una casualidad o de una maldición cualquiera. Las divisiones entre españoles, la deshonestidad de parte de su clase política y las maniobras de una verdadera oligarquía sin patria y sin conciencia participan de este derrumbe histórico cuyos límites aún no somos capaces de apreciar en toda su totalidad.


En todas partes el frenesí de la ideología del caos se abate sobre nosotros y sufrimos sus consecuencias. Vemos como nuestra economía y el conjunto de las estructuras sociales se hunden en una lógica perversa y absurda: la de la competición sin escrúpulos de todos contra todos, la de la explotación sin límites, la de la dictadura de la deuda, la del productivismo y el consumismo sin freno ni sentido.

Constatamos que nuestro patrimonio cultural, moral y ético se erosiona a ojos vista ante los asaltos continuos de principios impuestos por la ideología reinante, los del individualismo y la superficialidad, los de la conducta desviada que disgrega los pilares fundamentales de nuestra sociedad. Percibimos la profunda deriva que ha pervertido el sistema político sobre el que se ha querido construir el país, vaciando una democracia que ha quedado resumida a una triste caricatura que ya no engaña más que a los ciegos. Seguimos padeciendo la integración forzada en una Unión Europea que ni necesitamos ni nos es benéfica y cuya naturaleza va contra nuestra propia identidad y nuestros verdaderos intereses, además de socavar nuestra soberanía e independencia por la que hemos luchado durante siglos.

Nos damos cuenta del grado gigantesco de trastornos y perjuicios que se derivan de un sistema fundamentalmente destructor cuya primera característica es la de ir contra la vida bajo todas sus formas y de destruirla en una celebración cotidiana de la muerte, ya sea la del hombre en la promoción del aborto y la eutanasia, como en la destrucción de los bosques, ríos y espacios naturales, víctimas de un sistema ávido de consumo sin más finalidad que el propio consumo.

El mundo actual en su perversa configuración no nos deja hoy a las conciencias dignas más que una posibilidad, la de la insumisión. Nuestro honor se llama hoy disidencia. Sabemos que no tenemos nada que esperar de las elecciones por venir: el pueblo las ha perdido de antemano. El sistema está bloqueado a cal y canto, cerrado con candado. Frente a las traiciones conjuntas de organizaciones partidistas o sindicales, España no puede contar más que con una respuesta popular para revertir el curso de la Historia. Nuestra nación nos llama, frente a la dictadura hedonista e insoportable del capitalismo ultraliberal que reduce al hombre a ser un consumista fanático e insaciable y que se ha propuesto destrozar este edificio de símbolos y realidades que era el Hombre civilizado.

Rechazamos esta farsa electoral, esta impostura democrática y la corrupción de nuestras conciencias.