Opinión

Las “españas” del PSOE

El paréntesis

David Díaz

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
LLa socialdemocracia está mostrando caras opuestas en temas de importancia, lo que nos remite a los diversos proyectos de España existentes en el Partido Socialista en los que se refleja una crisis interna que responde, como mínimo, a tres problemas: uno, el incumplimiento de las reformas sociales prometidas; otro, su éxito al lograr desmovilizar y hundir en la pasividad y la indiferencia a las grandes movilizaciones sociales de la época del PP; y, finalmente, su incapacidad para revertir la ofensiva del nacionalismo español más imperialista, tridentino e inquisitorial.

Estos y otros factores han dilapidado la ventaja obtenida sobre el PP en las últimas elecciones generales, ventaja basada sobre todo en los réditos de las falsas ilusiones colectivas, en las primeras medidas sociopolíticas, en la crisis postelectoral de los populares y también en su inicial respuesta a la oferta de la izquierda radical y de los nacionalismos. La interacción de todo esto hizo que durante un tiempo, ahí están las encuestas, creciera la ventaja del PSOE sobre el PP en intención de voto, para luego estancarse y posteriormente empezar a disminuir. El Partido Popular parece haber apostado por emprender una larga fase preelectoral para no dar respiro al Partido Socialista, pero éste aún cuenta con recursos importantes para revertir esta situación al disponer del superávit estatal que le dejó el Gobierno de Aznar, lo que le permitirá afrontar ciertas mejoras en temas como la pobreza, pensiones y jubilaciones, asistencia social y otras muchas reformas que pueden ampliar su actual respaldo electoral. Una ventaja entre punto y medio y dos, al menos esta es la diferencia que recogen las encuestas serias, es poca renta y por ello susceptible de cambiar en función de la estrategia que sigan de ahora en adelante los dos partidos más votados de nuestro país.

Desde una visión sistemática surge la imagen de la pugna entre modelos diferentes de España. Por ejemplo, la etérea ofrecida por Rodríguez Zapatero a un conglomerado de progresistas, federalistas o intelectuales estatales que no quieren que el Partido Popular vuelva a desempeñar tareas de Gobierno; la de burócratas sindicalistas que además de grandes sueldos necesitan una nueva legitimación; la de la burguesía europeísta española, dependiente de la Unión Europea, Alemania y el actual Estado francés; la de monárquicos, militares y curas inquietos por el desprestigio de sus instituciones; la de burgueses y profesionales liberales autonomistas necesitados de la protección del Estado. Y tampoco debemos olvidarnos del modelo respaldado por Bono, Rodríguez Ibarra, Alfonso Guerra, Vázquez y muchos otros socialistas que defienden la unidad de España.

Zapatero quiere una España tolerante y dividida, pero para conseguirlo, antes tendrá que disciplinar su partido y demostrar a la burguesía más españolista que su modelo es mejor para sus negocios que la España de las oportunidades que defiende el PP. Obviamente, lo que se nos antoja en estos momentos como planteamiento imprescindible es una recentralización global para evitar el declive de las zonas periféricas, y ello exige no desperdiciar fuerzas internas con propuestas como la financiación y otras muchas que aparecen en el proyecto de Estatut de Cataluña, eliminándolas como sucedió con el plan Ibarretxe. Rodríguez Zapatero lo tiene bastante difícil porque tendrá que convencer a los burgueses más tecnófobos y a la vez encontrar los ungüentos que permitan aplacar a los catalanes, convencer a los del PNV y recuperar la confianza de los abstencionistas críticos. Si no lo logra, probablemente perderá las próximas elecciones, y ZP lo sabe, pero tampoco ignora que un acuerdo con ETA para que abandone las armas le garantiza la victoria. Lo que suceda ya se verá cuando empiece este proceso, si es que no ha comenzado ya.