El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Existen demasiadas armas para un mundo en paz. Las ventas de 100 empresas de armamento en el mundo han crecido un 8% a pesar de la crisis económica. En los últimos diez años 34 naciones han sufrido algún conflicto, según la UNESCO. Más de 20 países del mundo invierten más en armamento que en educación básica. 25 millones de niños no pueden acceder a la educación. ¿Y a eso se le llama progreso? Cuando hay dinero e ignorancia de por medio es muy difícil la libertad. Y es bueno recordar las palabras de aquel filosofo que decía: “Las llagas de la conciencia no cicatrizan”. Y también: “Ni todo el oro del mundo puede comprar una hora de sueño tranquilo”.
Llegó el tiempo de la acción, sobran la palabras porque suelen ser huecas y baldías si no se acompañan con obras. Por desgracia, sólo se oyen careos y milongas continuamente, consecuencia de la basura que lanzan los unos a los otros, pero ninguno quiere limpiar su casa, o sea su interior, conectarse con el corazón porque, como dijo Blas Pascal, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Si cada uno en su actividad privada, en el ejercicio de su quehacer profesional, especialmente los políticos, cumple su cometido con dignidad, esto sería una maravilla, pero lamentablemente sólo vemos corrupción, mentiras, hipocresía, etc. Por eso es conveniente tomar medidas. Se ha hecho y se está haciendo una mala siembra y por tanto se está recogiendo una nefasta cosecha, porque todo lo que hacemos en positivo o negativo la vida nos lo devuelve. Afortunadamente, el tiempo termina poniendo a cada uno en su sitio. Antes o después, todo terminará saliendo a la luz, especialmente aquellas acciones que tienen como único objetivo lucrarse y beneficiarse en detrimento del ciudadano. Y por eso es lógico que lo terminen pagando de un modo u otro. Querrán taparlo, negarlo, pero va a ser imposible en unos tiempos donde se impone el ‘si no quieres que algo se sepa, no lo hagas’. Basta de hipocresías y mentiras; conviene que cada uno actúe con coherencia y responsabilidad. Hay que tener conciencia de todo lo que está ocurriendo para convencerse de que, o eres parte del problema, o parte de la solución. Por tanto, todos debemos ser responsables de nuestras propias actuaciones.