J. M. - Collado Villalba
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Me permito dirigirme a usted para poner en su conocimiento lo que nos ha ocurrido en Collado Villalba el pasado día 10, que es causa por nuestra parte de una queja justificada y que desearíamos, si lo considera oportuno, fuera de conocimiento público a través de su periódico mediante su publicación.
En la fecha señalada, desde la parroquia de Nuestra Señora del Enebral (Villalba-Pueblo), después del oficio religioso de cuerpo presente por doña María Luisa González Sanz, se inició la comitiva para el traslado al cementerio de la difunta. A la salida de la iglesia, nos encontramos que las calles que nos podían conducir al cementerio estaban cortadas por obras. La calle Espinarejo, vallada; la calle de los Mayordomos, vallada; la calle Cacera de de la Villa, vallada; y la calle Libertad, interrumpida por un bolardo.
Ante esta angustiosa situación que nos tenía acorralados, llamamos a la Policía Local en busca de ayuda, que debía estar en la puerta del templo de acuerdo con el aviso previo de la funeraria y la respuesta no pudo ser más decepcionante, sólo podían personarse delante del cementerio para facilitar el cruce de la carretera a la comitiva. Esto último tampoco se hizo, con el agravante de que en el momento del cruce, la zona estaba cubierta de una espesa niebla que puso en peligro a todo el mundo y pudo haber propiciado una gran desgracia.
Después de bastante tiempo, conseguimos llegar al camposanto con la ayuda de un vecino de la calle Libertad, que disponía de una llave para remover el bolardo que impedía el paso a la misma y que posteriormente al estar cerrada en la salida, fue necesario, en esta zona acotada por el Ayuntamiento como peatonal, apartar las pesadas jardineras de la calle Anacleto López para dejar la vía libre.
Lo que se desprende de esta odisea es que las medidas de previsión y control por parte del Ayuntamiento villalbino para evitar que las obras no perjudiquen, o lo menos posible, a los habitantes del pueblo son nulas; que la consideración y ayuda al ciudadano están al capricho de quienes cobran precisamente para servir, y nada más que para esto, a la comunidad.
Que conste que nuestra queja, desagrado y repudio por un hecho que merecía toda la consideración y apoyo de nuestra Administración local, se convirtió en una pesadilla para los que estuvimos presentes en un acto de despedida a uno de nuestros convecinos.