José M. Giráldez
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La seriedad a ultranza de gente normalmente muy poco seria nos mata, nos destroza y nos aburre. A veces hasta nos avergüenza. La risa tiene mucho que ver con la inteligencia, aunque reconozco que, en ocasiones, te produce risa la estulticia y la nada dialéctica, que no son escasos precisamente en el siempre maravilloso mundo mediático.
Afortunadamente el periodismo se ha llenado de grandes irónicos, de surrealistas que suelen dar en el clavo, de gente que va más allá de lo obvio, lo evidente y lo plano. Tenemos que leer la realidad desde la perspectiva del humor, que da mucho más juego que tomarnos las cosas a la tremenda: eso lo ha hecho siempre muy bien ‘El Jueves’ o lo hacía, antes de la dichosa portada censurada.
Esta semana estuve a punto de caer en la tentación (ya saben que lo mejor de la tentación es caer en ella), de ver ‘Viajando con Chester’, el programa de Risto, a quien soporto muy mal en su papelón de telerrealidad cuando intenta hacer de su sofá un diván provocador, como así ocurrió una vez más el pasado domingo cuando entrevistó a Pasco Marhuenda, director de La Razón. Quiso la casualidad que coincidiera el evento con el comienzo de la nueva temporada de ‘El Club de la comedia’ (la Sexta), y Risto y no Risto, me fui con Eva Hache.
Para apellidarse Hache, Eva no para de hablar. Es una ametralladora de desternillantes ironías (‘La ametralladora’ fue, ya saben, aquella revista del humor, ya que de revistas de humor hablamos. Espero que ‘El Jueves’ a la que tanto he amado, se sacuda cuanto antes del error cometido y vuelva por sus fueros).
El comienzo del ‘Club de la comedia’ tiene algo de sagrado para los amantes de la risa, porque es el lugar donde se imparte ese magisterio. Es el ombligo de la comedia. No solo Eva Hache es una de las grandes en lo suyo, sino que además logra poner en marcha ese gran talento de genialidades, de monólogos, de ‘stand-up comedy’, que dicen sus presuntos inventores, que ya no te hace falta ver los telediarios porque en ese maravilloso lugar es donde precisamente se derrocha inteligencia y visión del país. Yo, para comprender como somos, lo prefiero a las siempre aburridas crónicas parlamentarias. Y lo digo como lo siento