Opinión

Claro triunfo de los abstencionistas

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Hemos de reconocer que son los abstencionistas quienes más motivos tienen de atribuirse el éxito de las pasadas el Elecciones Europeas. Más de once millones con derecho a votar prefirieron fustigar con el látigo de la indiferencia a todos los partidos intervinientes en el proceso electoral, ninguneando al mismo tiempo a esas instancias estatales en cuyo nombre unos y otros han estado reclamando el voto a los sufridos electores. La credibilidad de los sistemas democráticos se mide sobre todo por la aceptación social o no de la ritualización máxima del voto. La mayor crítica que puede recibir un sistema democrático es que más de la mitrad de los ciudadanos con derecho a voto hayan decidido no ejercerlo al considerar que, salga quien salga elegido, no habrá modificaciones sustanciales que mejoren su vida. Y esto es algo que hay que meditar muy en serio.

Los dos grandes partidos españoles que han venido gobernando este país ininterrumpidamente desde 1982, obtuvieron el pasado domingo el peor resultado de la historia democrática. Se quedaron ligerísimamente por debajo el 50 por ciento, la cifra simbólica. Perdieron más de cinco millones de votos y 30 puntos por debajo de las europeas de 2009, donde lograron el 80 por ciento de los votos. Pese a perder 2,6 millones y ocho escaños sobre las últimas europeas, al PP le queda el consuelo de haber ganado su particular batalla con los socialistas después de dos años y medio de durísimos recortes. Por contra, el PSOE obtuvo el peor resultado de su historia, lo que ha puesto contra las cuerdas a la dirección de este partido, Alfredo Pérez Rubalcaba que ha tenido 15,7 puntos de caída y ha perdido 9 escaños. Y para más inri, ahí tienen a su izquierda, el ascenso fulgurante y sorprendente de ‘Podemos’.

En el congreso que los socialistas acaban de convocar para junio es obvio que intentarán cerrar algunas de las graves heridas sufridas, aunque esto no parece que sea tarea fácil. Y es que el PSOE, se quiera reconocer o no, ya es un partido a la deriva que además ha perdido sus señas de identidad tras hacer una apuesta errada con Zapatero de gravísimas consecuencias cuando se tornó filonacionalista. Y ahí se hundió. Su único futuro pasa, entre otras cosas, por recuperar la ‘E’ de español y volver a ser un partido de Estado, en lugar de una formación dogmática, irascible de ideas y alérgica al acuerdo. Y para ello lo más inminente pasa por cambiar de líder.

El partido revelación de estos comicios, si ningún lugar a duda, ha sido ‘Podemos’, partido promovido por Pablo Iglesias que nada tiene que ver con el fundador del PSOE. Su espectacular resultado es reflejo de un inquietante escoramiento en nuestro país hacia la izquierda radical de una parte nada desdeñable de la sociedad española. Frente a una izquierda tradicionalmente baja en calorías ‘Podemos’ ha sido el partido que más y mejor ha sabido rentabilizar electoralmente la fuerte crisis, los duros recortes aplicados por el Gobierno de Rajoy y el hartazgo social hacia el PP. Su campaña ha estado repleta de propuestas ocurrentes y de mensajes originales que han calado entre la legión de descontentos españoles.