ALFREDO FERNÁNDEZ | Miércoles 22 de octubre de 2014
El Domingo de Resurrección es una de las fechas más señaladas del calendario taurino. Normalmente Sevilla marca la pauta, pero en esta ocasión, el cartel tuvo menos fuste por la negativa de torear las cinco figuras en la Maestranza, aunque la corrida de Miura levantó expectación y casi llenó el coso del Baratillo.
En Las Ventas se celebró una corrida que estuvo sembrada por la polémica desde días antes, al rechazarse por los veterinarios ocho toros de la vacada titular de Los Bayones. Un encierro hondo y con peso que no fue aprobado, habiendo muchas sombras por esta decisión y donde todavía hay numerosas dudas al respecto.
Con este panorama, la empresa buscó como alternativa una seria y muy bien armada corrida con el hierro de Gavira. Un lote que traspasaba los cinco años y que tuvo una presencia impecable, no bonita, pero sí sobrada para Las Ventas. La terna la conformaban dos toreros del gusto de Madrid como Curro Díaz y Morenito de Aranda, que hicieron el paseíllo junto a Antonio Nazaré.
Los dos únicos toros con posibilidades fueron precisamente los de la apertura y el cierre. El resto acusó una apabullante mansedumbre y muy poca raza, por lo que la tarde resultó plana en lo artístico.
El astado con más vigor y movilidad fue el sexto, al que el sevillano Nazaré hilvanó una faena interesante, que no redonda. Hubo varias series por el lado derecho en las que toreó con mando y largura, destacando los pases de pecho. La plaza explotó en una tanda, pero faltó ligazón para que tuviera más eco. Mató de una estocada formidable y tras una petición minoritaria se tuvo que conformar con dar una vuelta al ruedo.
El otro toro potable fue el primero, un cornipaso ejemplar de Gavira que tuvo clase sobre el pitón izquierdo, con la virtud de abrirse a los vuelos. Curro Díaz toreó con inspiración en algunos momentos, sin ser nada compacto, con pinceladas aisladas de mucho sabor pero sin la continuidad necesaria que exige la afición de Madrid. En algún momento le costó afianzarse del todo. Fue silenciado. Con el cuarto llevó a cabo una labor sin brillo. El que menos suerte corrió fue Morenito de Aranda, que sorteó un mal lote. El primero fue agrio y el de Aranda apenas logró dibujar algunos buenos lances de capa. Luego el toro no sirvió. El quinto tampoco colaboró y el torero sólo pudo mostrar su buena disposición.