Editorial

La Comunidad de Madrid reconoce la Romería de El Escorial como una de las grandes fiestas de la región

El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
La declaración de la Romería en honor a la Virgen de la Herrería, en El Escorial, como fiesta de interés turístico regional viene a subrayar la importancia de una celebración que, cada primer domingo de septiembre, congrega a miles de vecinos y también de visitantes de otras localidades cercanas. Se trata de una de las manifestaciones de religiosidad popular más importantes de cuantas se viven en nuestra comarca, con una devoción que está documentada desde finales del siglo XIII, aunque existe constancia de que ya antes había una capilla o ermita consagrada a Santa María de la Ferrería. Estamos pues ante una tradición que se ha conservado durante siglos, resurgiendo desde hace unas décadas, hasta convertirse en una fiesta de marcado carácter serrano, en la que el folklore tiene un notable protagonismo, algo de lo que dan cuenta los festivales que se celebran en vísperas de la Romería, así como el auge de la Escuela Municipal de Dulzaina y Tamboril, creando ‘cantera’ de cara a los próximos años.

Como ocurre en el vecino municipio de San Lorenzo de El Escorial con su Romería de la Virgen de Gracia (declarada hace años como fiesta de interés turístico nacional), se trata de una cita marcada en rojo en el calendario de los escurialenses, tanto que marca de forma ‘oficiosa’ el final del verano y condiciona en buena medida las vacaciones de muchos vecinos. La ofrenda floral, el rondón en la plaza de España, las actuaciones de distintos grupos folklóricos, el cortejo romero, la tradicional comida en el campo o los cursos de jotas que ha impulsado el propio Ayuntamiento dan cuenta de una celebración que cuenta con un empuje creciente, además de la activa participación de numerosos jóvenes y niños, convirtiéndose así en una fiesta viva y no en un mero escaparate.

Este reconocimiento institucional por parte de la Comunidad de Madrid supone un importante espaldarazo, así como la constatación de que el interés turístico en la Sierra está vinculado de forma inequívoca a las tradiciones. Renunciar a ellas sería dar la espalda a la propia realidad de nuestra comarca, además de desaprovechar, desde el punto de vista del desarrollo y la economía local, un activo de primer orden.