Por: Jaime Fernández
El Faro | Miércoles 22 de octubre de 2014
Es sabido que en China las libertades brillan por su ausencia. Especialmente la libertad de prensa. Por eso cuando las autoridades del régimen deciden comunicar alguna información hemos de pensar que alguna razón habrá para ello. Por ejemplo, en los últimos tiempos llama la atención, y no poco, que ciertas noticias de corrupción que afectan a funcionarios y ex funcionarios del sistema comunista hayan aparecido en los medios de comunicación chinos. Es el caso divulgado recientemente, de la detención del ex número dos del ejército chino Xu Caihou, por sospechas de corrupción en la compraventa de cargos militares.
No hace mucho, a finales del año pasado, la prensa revelaba la existencia de 21.800 casos graves de corrupción desde enero a noviembre de 2013 según las estadísticas de la Fiscalía Popular Suprema. Esta información, según fuentes oficiales, era consecuencia de un informe redactado en el marco de la nueva estrategia del gobierno chino en la lucha contra la corrupción, en el combate a los delitos que cometen los propios cargos del gobierno.
Desde luego, 21.800 investigaciones por corrupción, de las que 16.500 han concluido con la comisión de daños al erario público por funcionarios del régimen comunista chino, reflejan que este mal está muy extendido en el entramado institucional chino. En total, la suma de dinero involucrada en estos escándalos asciende, según informaciones oficiales, a 669 millones de euros.
En 2010 se reconoció por la Fiscalía Federal que 4.000 funcionarios chinos huyeron del país con 50.000 millones de dólares hurtados de las arcas públicas entre 2007 y 2009. Estos funcionarios huidos lavaron el dinero sustraído mediante la adquisición de propiedades inmobiliarias en el exterior aprovechando los ‘servicios’ de las mafias que operan en países como EE UU y Australia fundamentalmente. En concreto, en 2009 las autoridades chinas investigaron a más de 3000 funcionarios en sus salidas al extranjero. La llegada al poder en el gobierno chino de Xi Jinping en marzo de 2012 y la presidencia del Partido Comunista en noviembre de ese mismo año, supuso al menos formalmente, un compromiso de las autoridades en la lucha contra la corrupción de los funcionarios y altos cargos de la Administración. La verdad, sin embargo, es que si tenemos en cuenta que probablemente solo se divulgue lo que interesa o es conveniente, la realidad de de la corrupción en China debe ser de incalculables proporciones.
En fin, estos fríos datos ponen de manifiesto una parte de la corrupción real del régimen, que para conocerla en su totalidad habría que aplicar un notable coeficiente de multiplicación puesto que al existir una densa capa de oscuridad en estas cuestiones, la realidad será mucho más inquietante. Mientras no existan libertades reales, mientras no haya independencia judicial ni libertad de prensa, los procesos por corrupción seguirán siendo en muchos casos ajustes de cuenta, lapidaciones o destierros a quienes no son bien vistos por el régimen. Mientras tanto, los datos oficiales de un sistema como el chino, aún siendo maquillados demuestran nuevamente, para quien todavía alimenta esperanzas en estos sistemas, que la dictaduras generan grandes corrupción. Sí, inmensas.